Desde el 17 de octubre está abierta la fase diocesana del Sínodo. Para sostener nuestra participación y orientar nuestra reflexión, continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos.
Una pregunta fundamental nos impulsa y nos guía: ¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese «caminar juntos» que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y que´ pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal? Enfrentar juntos esta cuestión exige disponerse a la escucha del Espíritu Santo, que, como el viento, «sopla donde quiere: oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8), permaneciendo abiertos a las sorpresas que ciertamente preparara´ para nosotros a lo largo del camino. De este modo, se pone en acción un dinamismo que permite comenzar a recoger algunos frutos de una conversión sinodal, que madurarán progresivamente. Se trata de objetivos de gran relevancia para la calidad de vida eclesial y para el desarrollo de la misión evangelizadora, en la cual todos participamos en virtud del bautismo y de la confirmación.
El punto de partida del Sínodo es la relación entre la comunión y la misión que definen a la Iglesia: solo podremos cumplir adecuadamente nuestra misión evangelizadora cuando vivamos auténticamente la comunión con Dios y con los demás. La comunión es la condición de la misión. Esta llamada a la unidad es la que pone de relieve la misma palabra «sínodo» que, como ya sabemos, significa «caminar juntos».
El objetivo fundamental del Sínodo es, por tanto, prestar atención a esta realidad de la Iglesia como comunidad. Cuando se habla de «Iglesia sinodal» no se hace otra cosa que insistir en la necesidad de todos los cristianos de hacer suya la llamada a la unidad en la Iglesia, de participar activamente en la comunidad cristiana y en la misión evangelizadora. ¿Cómo estamos viviendo los cristianos esta comunión?
El Espíritu del Señor puede descubrirnos realidades que están ante nuestra mirada, pero que nosotros no reconocemos
No podemos responder a esta pregunta por nuestra cuenta, sin la ayuda del Espíritu Santo que guía a la Iglesia en su peregrinación por la historia. Por eso, para mirar cómo vivimos nuestra condición de Pueblo de Dios en camino, lo primero es escuchar la voz del Espíritu Santo. El Sínodo comenzó precisamente con esta invocación al Espíritu Santo, y cada encuentro sobre el Sínodo comenzará con la oración al Espíritu Santo.
El Espíritu del Señor puede descubrirnos realidades que están ante nuestra mirada, pero que nosotros no reconocemos. En este sentido dice el documento que el Espíritu nos preparará algunas «sorpresas» a lo largo del camino. Por ejemplo, experiencias eclesiales a las que no damos importancia pueden adquirir una gran relevancia en el horizonte de la comunión eclesial, o señalaremos algunas situaciones que pasan desapercibidas, a las que tendríamos que prestar una atención mayor.
Con la guía del Espíritu, en el diálogo de esta fase diocesana del Sínodo podemos indicar estas llamadas, a las que el documento llama «frutos de conversión sinodal», es decir, los pasos que el Señor nos pide dar para ser fieles a nuestra identidad y a la misión de la Iglesia, en distintos ámbitos de la vida eclesial (la historia, la participación de los cristianos, los carismas, la responsabilidad, etc.). Comentaremos estos ámbitos más detenidamente en el próximo número.
Por Juan Serna Cruz