Caravana Blanca: la peregrinación de los enfermos

Toda peregrinación nace de una exigencia impresa en corazón de la persona humana que responde a la inquietud que nos empuja a ir siempre más allá, en busca de algo más grande, más hermoso, más auténtico… que para nosotros es Dios, principio y fin de todo y de todos.

Los santuarios de la Virgen María han sido, en la larga tradición cristiana, lugares preeminentes de peregrinación dado que Ella, como cabo de la humanidad bañado por la inmensidad del océano de la gracia de Dios, ha sido invocada como refugio de pecadores, consoladora de los afligidos, salud de los enfermos…
 
Así, en nuestra ciudad, en los inicios de la década de los sesenta, nació la primera peregrinación de enfermos desde el entonces Hospital Provincial (sito en la Ronda del Carmen, levantado en el solar del desamortizado convento de los PP Carmelitas) hasta la catedral de Ntra Sra la Virgen del Prado.
Esta iniciativa la llevó a cabo el muy querido y apreciado capellán del Hospital D. José Ballesteros que la bautizó como La Caravana Blanca y que se ha mantenido hasta nuestros días como muestra del amor hacia la Virgen del Prado por parte de sus hijos más queridos como son los enfermos, los ancianos… aquellos que nuestra sociedad actual descarta, como afirma el Papa Francisco.
 
En 1877 fue también otro sacerdote, el P D’Alzon, fundador de los asuncionistas, quien realizó la primera peregrinación con enfermos al santuario mariano respondiendo a la llamada de la Virgen en su 13.ª aparición a Bernadette “Vaya a decir a los sacerdotes que se venga aquí en procesión”. Se iniciaba así las grandes peregrinaciones con enfermos a Lourdes, a las que nuestra diócesis se sumaría en 1978 con la creación de la Hospitalidad diocesana de Lourdes.
 
Respondiendo a esta vocación especial y, por voluntad del obispo D Rafel Torija, la Hospitalidad recogió el testigo de la Caravana Blanca tras el fallecimiento de D José, sumándola a sus estatutos. En definitiva, seguimos haciendo lo que aquellos judíos del evangelio que ante la imposibilidad física de presentar a Jesús a un enfermo descolgaron desde la techumbre la camilla en la que lo transportaban y recobró la salud (Mc 2, 1-12).

Santiago Caballer González
Presidente de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes