El amor de Dios es infinitamente grande. Esto es lo que afirmarían más vigorosamente los grandes pecadores, los grandes perdonados. Si desconfíanos, nos equivocamos, como se equivoco Judas. Si confiamos, acertamos, como acertaron ese innumerable ejército de pecadores convertidos. Libertad, constancia, empuje, astucia, todo forma una amalgama entre la voluntad divina y voluntad humana.
San Pablo, de perseguidor a perseguido
En el año 35 después de Cristo aparece como un recto joven fariseo fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Yendo hacia Damasco, para continuar su persecución contra los cristianos, Jesucristo se le apareció y tirándolo por tierra le dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Pablo fue capaz de entregarle todo su ser hasta poder afirmar: «Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí».
San Agustín, de disoluto a doctor de la gracia
En su juventud llevó una vida libertina y disoluta, incluso mantuvo una relación con una joven fuera del matrimonio de la que llego a tener un hijo. Perteneció a la secta de los Maniqueos. A través de la intercesión de su madre, santa Mónica, tras escuchar los sermones de san Ambrosio y leer las epístolas de san Pablo, se convirtió y marchó a África para vivir como monje; por su fama de santidad y doctrina fue ordenado obispo de Hipona. Llego a afirmar: «Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua y siempre nueva».
San Francisco, de la opulencia a desposarse con la pobreza
En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Se convirtió. Renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Murió pobre pero dichoso, como solía decir: «Es feliz quien nada retiene para sí».
Santa Margarita de Cortona, de concubina a monja mística
Huérfana de madre a los 7 años busco el cariño perdido fuera del hogar, pero fijó su atención en un noble terrateniente. Aceptó vivir con él sin contraer matrimonio. Empezó entonces una vida lujosa hasta que su amante murió asesinado. Después de tres años de vida penitencial, Margarita fue admitida como Terciana Franciscana. Decía: «El camino de la salvación es fácil; basta amar».
San Camilo de Lelis, de ludópata a servidor de los enfermos
Hizo carrera militar hasta que enfermó. Adquirió el vicio del juego y perdió todos los ahorros de su vida quedando en la miseria. Ingresado en el hospital de Santiago de Nápoles, se dedico a atender a los demás enfermos. En 1575 se dio cuenta de que Roma necesitaba hospitales. Fundó una comunidad de religiosos que se dedicarán por completo a los hospitales. Tenía claro «que nadie podía ser recibido en el Paraíso sin la recomendación de los enfermos y los pobres».
Por Fernando Martínez Arcos, publicado originalmente en Con Vosotros