El pasado 6 de junio nuestros pueblos volvieron a celebrar un Corpus Christi marcado por las restricciones de la pandemia, sin procesiones en la calle, pero con más actos que el pasado año.
En la catedral se celebró en la mañana del domingo, con una eucaristía que presidió el obispo, don Gerardo Melgar, y en la que concelebraron el vicario general, Tomás Villar, varios sacerdotes y el cabildo de la catedral. Los seminaristas acompañaron con sus cantos la oración en el templo.
Al final de la misa se realizó una procesión por el templo, tal y como ya se hizo el pasado año por las condiciones sanitarias, que aún no permiten las aglomeraciones que se producen con la procesión del Corpus.
«Cuando amamos a los demás, especialmente a los pobres y desahuciados de nuestra sociedad, es a Cristo mismo a quien amamos»
En la homilía, don Gerardo Melgar insistió en que comulgar con Cristo es unirse a su persona y a su misión, «supone aceptarlo en nuestra vida, dejar que entre en cada uno de nosotros y actúe para que seamos capaces de vivir y cumplir lo que él nos pide».
Además, al celebrarse en este día el
Día de la Caridad con la colecta para Cáritas, don Gerardo explicó que la eucaristía es el sacramento del amor, «no solo porque conmemoramos el acto supremo de amor de Cristo que se entrega por toda la humanidad, sino porque también nos recuerda y aviva en nosotros, los que creemos en Él, la conciencia de que no podemos aclamarlo presente en la eucaristía e ignorarlo en aquellas personas que nos encontramos en nuestra vida y que están necesitando de nuestro amor para rehacer la esperanza».
Continuó hablando de que la unión a Cristo debe hacer que ayudemos a los más necesitados, porque «a través de nuestro amor van a percibir el amor de Dios y el amor que Dios les tiene». Esta es la forma en la que Dios manifiesta su amor, «a través del amor de los demás», lo que nos hace entender, aclaró don Gerardo, que «cuando amamos a los demás, especialmente a los pobres y desahuciados de nuestra sociedad, es a Cristo mismo a quien amamos». Ser indiferente a los pobres es no amar a Cristo, resumía el obispo.
«Hinquemos nuestras rodillas ante la presencia de Cristo sacramentado, pero sintámonos también llamados a hincar nuestra rodilla para auxiliar a quien nos necesita»
Además, y dentro de este mismo tema de entrega a los demás desde la fe eucarística, el Corpus es una «llamada a vivir y a hacer realidad el mandamiento nuevo con los demás». Se trata de una llamada «personal y urgente» al compromiso y a la generosidad, a compartir todo «lo que unos tenemos y a otros les falta».
El hecho de celebrar este Corpus Christi sin procesión por las calles recuerda por si solo la situación que vivimos y en la que los más pobres se ven más afectados. Don Gerardo animó a la ayuda a todos los necesitados, y mucho más en estos momentos difíciles, para que Cáritas pueda cumplir con la misión de auxiliar las necesidades de tantas personas que solicitan la ayuda de la Iglesia. «Todos sabemos la situación de dificultad económica por la que están atravesando tantas personas y familias», dijo, insistiendo en que «con la pandemia son cada vez más los que tienen que solicitar ayuda […]. La eucaristía como el pan partido y sangre derramada, entregados por Cristo para la salvación de todos, nos urge a los creyentes a abrir nuestros ojos y nuestro corazón especialmente a los hermanos más necesitados».
Por esto, «no podemos centrar nuestra mirada en Jesús sacramentado y ser indiferentes o mirar hacia otro lado ante las necesidades de los demás», explicó. «Hinquemos nuestras rodillas ante la presencia de Cristo sacramentado, pero sintámonos también llamados a hincar nuestra rodilla para auxiliar a quien nos necesita […]. Sepamos dar la mano al hermano necesitado […] porque nos vamos a encontrar con la mano misma de Dios», concluyó.
A termino de la misa, mientras la comunidad entonaba el
Tantum ergo, se realizó una procesión por el interior del templo, adorando al Señor en la custodia que portaba el obispo y con la que impartió la bendición final.