Este 11 de febrero es la Jornada Mundial del Enfermo. Escribe Aurelia González Martínez, médico de familia del Centro de Salud II de Tomelloso.
Me veo escribiendo, sin el conocimiento de poder aportar algo que realmente merezca la pena que sea leído por otros.
Estudié medicina desde la necesidad de conocer al ser humano en su fragilidad. De hecho, inicie mi carrera con el convencimiento de que sería psiquiatra. ¿Quién se nos muestra más frágil y vulnerable que el paciente psiquiátrico? Tras finalizar la carrera y acercarme a la medicina de familia, abandoné la idea de ser psiquiatra por la de ser médico de familia y, una vez aquí, seguí formándome en cuidados paliativos. ¿Quién más frágil que aquel que sabe de su final de vida próximo estando enfermo y probablemente sufriendo lo no previsto en el discurrir de su vida? El siguiente paso, la formación en bioética, pues el ejercicio de la medicina no solo necesita vocación, sino responsabilidad y ética en su ejercicio. Ante todo, no causar daño, actuar con y para el paciente en su beneficio, respetar su autonomía y sin olvidar la necesidad de llegar a todos y, sobre todo, a los más desfavorecidos y frágiles.
Y ¿cuál diría que es mi actual vocación? La más sencilla de todas, la búsqueda, con el infinito anhelo de encontrar plenitud, serenidad y sabiduría, y en esta búsqueda me considero una absoluta principiante, por lo tanto, ¿qué testimonio puedo dar? Me pregunto, ¿es acaso en la fragilidad del otro donde he querido encontrar el sentido a mi vida? ¿Y es ahora, en esa fragilidad dónde anhelo encontrar al Dios hecho hombre?
Aurelia González Martínez es médico de familia del Centro de Salud II de Tomelloso