«Cristo está con el que sufre»

«La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad», dice el papa Francisco en su mensaje para esta Jornada Mundial del Enfermo. Es lo que resaltan voluntarios, médicos y capellanes al hablar del cuidado del enfermo, y mucho más en estos tiempos en los que tienen que vivir la enfermedad en soledad. Escribe Agustín Martínez Arenas, voluntario en Pastoral de la Salud del Hospital General Universitario de Ciudad Real.

Ser voluntario, es una respuesta a la llamada que Cristo me hace: «Ven y sígueme». Antes de comenzar la visita a planta, paso por la capilla pidiendo al Señor su ayuda para que en la vivencia con los enfermos se realice su voluntad.

Con la alegría de sentirme acompañado por Cristo, quien va delante de mí, sigo sus huellas y comenzamos la visita a los enfermos.

Primero, hago la visita a enfermos y familiares que pueden comulgar, siguiendo el ritual establecido. En ocasiones estamos acompañados por algún facultativo que se une brevemente a nuestra oración.

De retorno de las visitas, hablo e informo al capellán, paso a la capilla, doy gracias a Dios y vuelvo a casa lleno de paz


Hay visitas que realizo sin estar previstas. Son visitas de contacto y ofrecimiento de ayuda a nivel eclesial y personal, con seguimiento posterior.

En otras ocasiones hago la visita paliativos, que es vivir un silencio total dado el estado de gravedad del enfermo. Estoy cerca de él, cogiendo y acariciando su mano. Esta acción genera en el enfermo tranquilidad y paz y apertura hacia sus familiares. Ahora, por la pandemia, esta actitud no podría realizarla.

Fuera de la habitación, sigo la visita hablando con la familia, consolando y realizando un seguimiento para la posible preparación al duelo. Ofrezco la unción de enfermos, que después le pido al capellán.

¡Cuántas veces me desplazo por los pasillos y rezo por aquellos enfermos que he visitado y que posiblemente, mañana, alguno de ellos, no volveré a ver!


Otras veces, el familiar me abraza, llorando en mi hombro, y trato de solidarizarme con su dolor. Le pregunto: ¿Dime en qué puedo ayudarte? El silencio, normalmente, es su respuesta. Siento como la oración comunitaria nos une y da fuerza para aceptar la voluntad de Dios.

¡Cuántas veces me desplazo por los pasillos y rezo por aquellos enfermos que he visitado y que posiblemente, mañana, alguno de ellos, no volveré a ver!

Yo he visto, en cada visita a los enfermos, que Cristo está con el que sufre, donde Él vive preferentemente. Nunca nos abandona.

De retorno de las visitas, hablo e informo al capellán, paso a la capilla, doy gracias a Dios y vuelvo a casa lleno de paz.
 
Agustín Martínez Arenas es voluntario del Hospital General Universitario de Ciudad Real