El pasado 20 de diciembre, unos días antes de la Navidad, tuvo lugar en el Seminario Diocesano el encuentro anual que celebra el presbiterio en torno a la Navidad.
La reunión comenzó con la eucaristía, que presidió el obispo, Mons. Gerardo Melgar. Con la mayor parte de los sacerdotes de la diócesis en la capilla del Seminario, acompañados por los seminaristas, el obispo pidió abrir el corazón a la venida del Señor, reafirmando cómo «queremos vivir desde la fe el verdadero sentido de la Navidad», preparando su «última venida en poder y gloria».
En una homilía que basó en la figura de la Virgen María, la puso como ejemplo de «escucha, porque ella estuvo con el oído bien abierto para escuchar los planes de Dios sobre la humanidad». Otra actitud que resaltó fue la respuesta, pues «respondió con toda la generosidad aunque tuviera que cambiar sus propios planes». En tercer lugar, la Virgen «recibió al salvador con absoluta confianza en Dios, con verdadera alegría y con un corazón lleno de amor hacia Él». Estas tres actitudes de la Virgen son para todos los cristianos, dijo Mons. Melgar, un ejemplo de cómo esperar al Señor y de cómo vivir el Evangelio.
En concreto, para los sacerdotes, la escucha significa continuar viviendo atentos a las nuevas llamadas del Señor, puesto que aunque ya respondieron a la vocación, «Dios sigue llamando a que concretemos el ministerio sacerdotal desde el amor, desde la alegría y desde la fe». Cada día, dijo Mons. Melgar, el Señor «sigue contándonos sus planes sobre nosotros y sobre el mundo al que tenemos que ayudar.». Igual que la Virgen respondió con generosidad, insistió don Gerardo, «nosotros no podemos quedarnos solamente es escuchar lo que Dios nos dice. Nos pide que no seamos solo teóricos, sino que respondamos [...] llenos de disponibilidad».
Continuando con el ejemplo de María, animó a los sacerdotes a responder a Dios como ella, «con amor a aquellos a los que el Señor ha confiado a nuestro pastoreo para que les acerquemos a Dios».
Después, citando palabras del papa Francisco, pidió al presbiterio vivir con cercanía en tres sentidos: a Dios, porque sin Él no se puede vivir el sacerdocio; a los hermanos sacerdotes, como signo de credibilidad de lo que se predica y, por último cercanía al pueblo de Dios que se pastorea «porque solo desde la cercanía y el amor a ellos van a acogernos a nosotros y al mensaje que transmitimos».
Después de la misa y antes de la comida anual, los seminaristas representaron de nuevo el festival de Navidad que una semana antes consiguió reunir a más de ochocientas personas en el Seminario. Una tradición que comenzó como un concierto de villancicos y que cada año se amplía buscando, sobre todo a través de la interpretación, anunciar la Navidad a toda la diócesis.