En la mañana del Miércoles Santo se celebra todos los años, en la Catedral, la llamada Misa Crismal. Es la Misa de la consagración del Crisma (óleo que se usa en el sacramento del Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal) y la bendición del óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos que durante el año se utilizarán en nuestras parroquias.
El óleo consagrado (Crisma) y bendecido (catecúmenos y enfermos) por el obispo se usa con una clara intención de prolongar la presencia y actuación del Ungido (Cristo) en nuestra vida e historia personal. Incorporados a su cuerpo somos fortalecidos sacramentalmente. Los catecúmenos (que van a recibir el Bautismo) encuentran aquí el aliento y el apoyo para crecer en la fe y acercarse al sacramento acompañados en la lucha contra el mal.
Los sacramentos, en un signo tan claro, manifiestan la acción de Dios en una presencia adecuada y eficaz en las distintas situaciones de la vida (bautizados, ordenados, confirmados, enfermos…). Pero, además, esto se hace visible de modo especial en esta misa: el obispo, pastor de la diócesis, con su presbiterio (concelebran muchos sacerdotes de las distintas parroquias de nuestra Iglesia) manifiesta su particular desvelo por los fieles invitándonos a la unidad en Cristo (sacerdocio bautismal y ordenado concelebran) y ofreciendo los medios sacramentales por los que la Iglesia ora para que se haga presente Cristo en nuestra historia, alentando, sanando, configurando nuestra vida para el seguimiento del Señor.
Si la Misa Crismal es a las 12:00 h., en la Catedral, antes, en la parroquia Santa María del Prado, los sacerdotes se reúnen y celebran el Sacramento de la Reconciliación. También ellos se preparan espiritualmente para vivir los días más santos de nuestra fe.