Llega el verano y, en muchas empresas y negocios, vemos el cartel «Cerrado por vacaciones». Llega el verano y el Seminario se abre más que nunca, se abre a la novedad de las vocaciones que Dios nos hace llegar desde nuestras familias, parroquias y movimientos. Reflexionamos, por tanto, a raíz de este sugerente lema.
1. Cuando otros cierran para hacer vacación, la necesidad de vocación nos hace estar siempre despiertos y renovar nuestra apertura. No hay momento del año, instante de la jornada, en que Dios no pueda tocarnos con su gracia. Siempre es tiempo de sembrar, porque Dios no descansa. Él trabaja también en sábado, como nos recordaba Jesús (Jn 5).
2. El regalo de la vocación nos debe hacer reflexionar sobre una posibilidad bien real: el Seminario podría cerrarse por (falta de) vocación. Si no hubiera vocaciones, si no trabajamos la tierra para que Dios la fecunde con su llamada, si no cuidamos esa tierra una vez que ha sido sembrada, si no damos oportunidades a la gracia, si no nos atrevemos a hacer la propuesta vocacional; si la Iglesia olvida la vocación, el Seminario no tendría sentido.
3. Desde esta misma perspectiva, el cartel de este Cursillo de ingreso, colocado a las puertas de nuestras iglesias, se convierte en una llamada profética: «Abierto por vocaciones» se puede aplicar también a nuestras parroquias; si están abiertas es porque hay vocaciones, porque salen sacerdotes de nuestro Seminario. Cerrar el Seminario significa cerrar la parroquia por falta de Vida en su seno. No es suficiente con contratar personal o buscar voluntarios laicos: sin Eucaristía, la parroquia, entendida como Iglesia de Jesucristo, desaparece.
4. Por tanto, para que la Iglesia esté abierta a todos, a la misión, tiene que estar abierta a la vocación. Podríamos reformular el lema desde ahí: «Abierto por vocación». La vocación de la Iglesia es estar abierta; no puede estar cerrada, su misión es la apertura: a Dios y al mundo. Cuando la Iglesia no se cierra en sí misma, cuando vive a los pies del Resucitado y se preocupa por un mundo que Dios ama, el milagro de la vocación se hace posible. Y es ahí, precisamente, en la tarea cotidiana, en el ejercicio apasionado de la misión, donde más se experimenta la necesidad de las vocaciones.
5. Como parte de una Iglesia viva, también el Seminario tiene la apertura como vocación. El Seminario está llamado a vivir siempre en actitud de «puertas abiertas». Como diría el papa Francisco, no puede ser «autorreferencial». El sentido del Seminario está fuera del Seminario: en Jesucristo y en una Iglesia en misión. Si Jesucristo es el corazón que bombea desde su cimiento eucarístico a nuestro Seminario, lo hará salir de sí mismo, a la búsqueda de la voluntad de Dios. Abierto para que lleguen vocaciones, impulsadas por la Palabra de Dios que llama; abierto para que salgan vocaciones, impulsadas por esa misma Palabra que ha de impregnar el mundo.
Llega el Cursillo de Ingreso. Rezamos por sus frutos; nos preocupamos de buscar jóvenes, adolescentes y niños a los que poder recordar que es posible que Dios les toque el corazón. Llega el Cursillo y se convierte en incentivo para que estemos siempre alerta a la Palabra. Como siempre, hoy renovamos nuestra radical necesidad de Cristo y, por ello, se renueva también nuestra conciencia de necesidad de vocaciones para nuestro Seminario.
Por Manuel Pérez Tendero, rector del Seminario de Ciudad Real. Artículo publicado en el Boletín de los Amigos del Seminario, n.º 60, junio de 2018.