Cada año, Lourdes es el destino de miles de católicos que peregrinan para orar con María. En nuestra Diócesis, desde hace 37 años se peregrina desde la Hospitalidad de Lourdes. Hace unos años se iba en tren, mientras que ahora se marcha en autobuses adaptados que, este año, han llevado al santuario mariano a más de 500 peregrinos.
La fe lleva a jóvenes, niños, voluntarios, ancianos y enfermos a los pies de María. Mientras que los voluntarios ayudan a ancianos y enfermos durante la peregrinación; los jóvenes y niños comparten solo algunas actividades, con un horario distinto que este año ha versado en torno a la misericordia.
La madrugada del pasado 24 de junio, el grupo salía hacia Lourdes acompañado por el obispo de la Diócesis, monseñor Gerardo Melgar. Con él, viajaron 180 enfermos, 45 jóvenes, 54 niños, 200 camilleros y enfermeros, 12 sacerdotes y decenas de peregrinos.
Al día siguiente, el grupo rezó el viacrucis, pasando después por la puerta jubilar y participando en la Eucaristía. En esta misa, presidida por el obispo, tuvo lugar la Unción de Enfermos, sacramento al que el obispo dedicó su homilía. Monseñor Melgar explicó que la unción fortalece a los enfermos y ancianos ante las debilidades que se pueden tener ante estas situaciones, pues en ellas «no puede ir donde se quiere, no se puede hacer lo que se quiere, uno se siente especialmente necesitado y dependiente, y necesita de manera especial el apoyo y la fuerza de los demás; se siente más necesitado de amor».
Por la tarde, se celebró el acto penitencial y la procesión de las antorchas, preparando el domingo en el que se celebró la misa internacional. En particular, el domingo fue un día intenso, que comenzó con la Eucaristía y el paso de los enfermos por las piscinas del santuario. La tarde se dedicó a la procesión con el Santísimo y la noche a la Hora Santa.
El lunes fue el último día de la peregrinación, tras la misa en la Gruta, los peregrinos visitaron los lugares de Bernadette y celebraron la «fiesta de los enfermos». Como colofón a unos días de oración y convivencia, el Rosario despidió la peregrinación, que regresó a nuestra Diócesis con la satisfacción que solo produce estar cerca del Señor.