Jueves santo es el pórtico y sustrato del Triduo Pascual. En la última Cena Jesús, anticipa y perpetúa sacramentalmente el sacrificio de su inmediata Pasión y Muerte. El viernes lo mataron, el jueves se entregó. La Santa Cena, introducida por el lavatorio de los pies y prolongada en Getsemaní, es la pasión anticipada. La libertad de Jesús se anticipa a asumir la muerte impuesta el viernes. Antes de que le sea arrebatada en la cruz, la vida del Señor es libremente entregada por amor.
Es el día del amor, el día en que Jesús nos amó hasta extremo. Para salvar al mundo no escogió el camino del poder o la fuerza, escogió el camino del amor entregado hasta el martirio. El mandato nuevo: ¡que os améis como yo os he amado! Nuestra caridad nace y se fundamenta en esta caridad suprema
La institución de la Eucaristía perpetúa el memorial de su sacrificio bajo los signos de pan y vino, es decir, el sacramento de su Cuerpo entregado y su Sangre derramada por nosotros. “Haced esto en conmemoración mía” y, por ello, nosotros anunciamos la muerte de Cristo y proclamamos su Resurrección hasta que vuelva.
Institución el Sacerdocio mediante el cual Jesús “eligió con amor de hermano, a hombres del pueblo de Dios para que participen de su sagrada misión. Esos son los sacerdotes: presencia sacramental de Cristo Cabeza y Pastor. Que nadie se equivoque ¡despojados de ropajes, de rodillas, con toalla y palangana y a lavar los pies. ¡Como el Maestro!
En la Santa Cena Jesús pregunta a los suyos ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? ¿Lo comprendemos nosotros? Es luminoso el Jueves Santo.
«Si el mismo Jesucristo, Señor y Dios nuestro, es el sumo sacerdote de Dios Padre y se ofreció a sí mismo en sacrificio al Padre, y mandó que se hiciera esto en memoria suya, ciertamente hace las veces de Cristo aquel sacerdote que imita lo que Cristo hizo y ofrece un auténtico y pleno sacrificio en la Iglesia a Dios Padre, cuando ofrece conforme a lo que ve que Cristo ofreció» (San Cipriano, Carta 63, 14,4).
«El lavatorio», de Tintoretto, se conserva en el museo del Prado de Madrid. En esta obra, la escena principal está en el lado derecho, lugar más cercano a los fieles en la colocación original del lienzo. Esta escena en particular representa el momento en que Pedro dice a Jesús: «No me lavarás los pies jamás». Jesús responde: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». A lo que Pedro, arrepentido, dice: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». (Cf. Jn 13, 1 -10).