Carta del obispo para el Corpus Christi

La Fiesta del Corpus Christi, es la celebración del gran sacramento que Jesús dejó a la Iglesia, que es: 

• Signo de su presencia entre nosotros. 
Jesús presidiendo la mesa eucarística, como el que sirve, se coloca a la cabecera de la humanidad y de la historia, encabezando la larga marcha hacia la fraternidad universal. 
Se ha quedado entre nosotros y ha querido hacerlo con el signo más elocuente y cercano de todos los tiempos, la mesa compartida.

• Signo de su amor a los hombres.
La Eucaristía es una experiencia de familia, en la que experimentamos el amor del Padre, que se entrega en Cristo y en el Espíritu y el amor a y de los hermanos que, aunque dispersos por el mundo, nos reunimos para compartir el pan. 
Es la experiencia de «amor sin límites» a favor de los hombres por parte de Cristo.

• Signo que nos compromete en la construcción de un mundo nuevo, en el que sepamos compartir con los hermanos más necesitados. 
Comulgar el cuerpo de Cristo no solo es comulgar con la persona de Cristo, es comulgar también con su estilo y conducta, con su causa y estilo de vida. 
Una de las características peculiares del estilo de vida de Jesús fue su cercanía a los pobres y oprimidos.
Su solidaridad, con los últimos, los marginados de la sociedad fue su peculiar estilo de vida.

La festividad del Corpus Christi,  es llamada a la solidaridad y al compromiso con los hermanos más necesitados.

La Iglesia celebra en este día, el «Día de la Caridad» a favor de los pobres y necesitados de nuestra sociedad, y desde dicha celebración, nos hace una llamada a la generosidad y a compartir nuestros bienes con los más necesitados a través de la colecta a favor de Cáritas diocesana.

Sabemos la situación de dificultad económica por la que están atravesando muchos hermanos, muchas familias, la lacra que está dejando en ellos el paro y la carencia de lo más necesario para vivir. Por eso es más urgente hoy nuestra respuesta concreta desde la generosidad y la ayuda a todas esas personas.
Solamente si somos capaces de compartir, de tender una mano a los que nos pueden estar necesitando de cerca o de lejos, nos encontraremos con Dios mismo que se identifica con ellos.

La festividad del Corpus Christi es un día de procesiones en todos los pueblos y ciudades. Cristo sale al mundo para decirnos a todos que sigue presente, que nos sigue acompañando en la tarea de hacer un mundo mejor y más humano. Agradezcamos su presencia en medio de nosotros y su amor a todos los hombres. Confesemos nuestra fe en su presencia y mostrémosle a todo el mundo, digamos y cantemos convencidos: «Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor».

En esta sociedad laicista empeñada en que Dios no aparezca por ningún sitio ni a través de ningún signo, nosotros los cristianos salimos con Él a la calle para manifestar que Dios sigue presente en nuestra vida, que le interesan nuestras cosas, que nos quiere a pesar de nuestras ingratitudes y nuestros olvidos.

Vivamos esta fiesta tan llena de contenido con verdadero fervor, adorando a Cristo sacramentado, mostrándolo al mundo  increyente y comprometiéndonos con nuestros hermanos más necesitados.

+ Gerardo