Cerca del aniversario del martirio de Vicente Hondarza, este año en que él hubiera celebrado sus «Bodas de Oro sacerdotales», nosotros dirigimos una mirada cariñosa, admirada y agradecida a nuestros misioneros diocesanos. Un centenar largo de sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares nacidos en nuestros pueblos, bautizados en nuestras parroquias, donde han recibido y madurado su fe, y que ahora se encuentran repartidos por todo el mundo proclamando la Buena Noticia y construyendo el Reino de Dios.
Es esta una celebración muy nuestra. Sin perder de vista la universalidad de nuestra preocupación misionera, con la que contribuimos en las grandes campañas organizadas por Obras Misionales Pontificias, queremos que nuestros misioneros sepan que seguimos de cerca sus trabajos, que les acompañamos con nuestra oración, y apoyamos sus proyectos evangelizadores y humanitarios. Ellos se sienten así misioneros diocesanos de Ciudad Real, y nosotros nos sentimos comprometidos con ellos, y a través de ellos vamos dando cumplimiento al mandato del Señor: «Id por todo el mundo», que nos afecta a todos los bautizados, discípulos misioneros.
Por Damián Díaz Ortiz