Ayer, 1 de junio, se cumplieron 400 años del martirio del beato Fernando de Ayala, agustino natural de Ballesteros de Calatrava, donde se vivió un día de fiesta y oración.
Las celebraciones comenzaron por la mañana, con el rezo del Rosario desde el templo parroquial hasta la «Casa del Santo», como se conoce a la casa natal de Fernando de Ayala en la localidad. Después, de 11 a 13,00 horas, el templo permaneció abierto para la confesión.
Por la tarde, continuaron las celebraciones con la presencia del obispo y numerosos sacerdotes, muchos de ellos antiguos párrocos de Ballesteros. En la Eucaristía, en la que participaron cientos de fieles, el obispo, monseñor Gerardo Melgar, destacó varias facetas de la vida del santo, comenzando por la «familia». En el beato encontramos, dijo el obispo, un modelo claro del significado de la institución familiar: «Recibimos una llamada a recuperar la identidad de la familia cristiana, en la que se cuente con Dios, donde se transmita la fe de unas generaciones a otras», la misma fe que recibió Fernando de Ayala en el seno familiar.
La segunda faceta que destacó fue la obediencia, «fue una persona obediente siempre a las inspiraciones de Dios», siempre al servicio del plan de Dios, respondiendo con generosidad y descubriendo su misión al servicio del Evangelio.
En tercer lugar, monseñor Melgar explicó la vocación misionera de Fernando de Ayala, como agustino, llevando el Evangelio a México, Filipinas y Japón, y consiguiendo con su predicación numerosas conversiones: «Él gastó y desgastó su vida muy lejos de su patria en dar a conocer a Jesús y su mensaje, en bautizar a cuantos creyeron por medio de su predicación».
Después, cómo última faceta, subrayó la fundación de un pequeño convento en Nagasaki, «porque a partir de ahí comienzan las dificultades para él y su ministerio. Hizo frente a los peligros que le acosaban y, precisamente por vivir valientemente su fe y ser sacerdote católico, en 1617 es decapitado a machetazos, el jueves primero de junio de 1617». El obispo llamó la atención sobre este dato importante en la biografía de Ayala, puesto que nos da un ejemplo para «ser testigos valientes de nuestra fe».
Tras la Eucaristía, comenzó la procesión, en la que participó todo el pueblo de Ballesteros de Calatrava, acompañando a la imagen de Fernando de Ayala. Todos los sacerdotes concelebrantes y el obispo, hicieron también el trayecto que recorrió la población, parando para reflexionar y orar por distintas realidades. El punto álgido se vivió al llegar a la «Casa del Santo», donde se lanzaron fuegos artificiales y se rezó.
En resumen, la jornada fue un día espléndido para la pequeña población, que tiene entre sus paisanos a un hombre ejemplo de predicación, de vocación y entrega.
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