El presbiterio de la diócesis de Ciudad Real ha celebrado en la mañana de este viernes la convivencia navideña en el Seminario Diocesano, un encuentro fraterno que, como cada año, reúne a los sacerdotes en torno a la eucaristía y la convivencia.
La jornada comenzó con la celebración de la misa, presidida por el obispo de Ciudad Real, don Abilio Martínez Varea, y concelebrada por el obispo emérito, don Gerardo Melgar Viciosa, junto a la mayor parte del presbiterio. En la eucaristía participaron también los seminaristas y la comunidad de religiosas del Seminario.
En su homilía, don Abilio invitó al presbiterio a vivir el ministerio desde la consagración y la esperanza, a la luz de las lecturas propias del 19 de diciembre, que «nos encaminan claramente a un gran nacimiento, al nacimiento de Dios en la historia. Un hecho que ha cambiado la historia del mundo: Dios que se hace hombre».
Refiriéndose al nacimiento de Sansón, narrado en el libro de los Jueces, el obispo recordó que se trata de un «nacido de Dios, es decir, un consagrado y un apartado para dar culto a Dios», subrayando el papel de la madre estéril, que desde su fragilidad acoge la voluntad de Dios y recibe la fecundidad como signo de esperanza. A partir de este relato, don Abilio aplicó el mensaje al ministerio sacerdotal: «También nosotros somos consagrados. Hemos sido elegidos por Dios en el bautismo y a través del sacramento del Orden».
«No hemos sido consagrados para apartarnos del pueblo de Dios, sino para estar precisamente integrados en el pueblo de Dios»
Sin embargo, precisó que esa consagración no significa separación, sino integración en el Pueblo de Dios: «No hemos sido consagrados para apartarnos del pueblo de Dios, sino para estar precisamente integrados en el pueblo de Dios», afirmando que el sacerdocio del Nuevo Testamento se vive «a veces delante del pueblo de Dios, a veces detrás y a veces en medio, pero no separados del pueblo de Dios». En este sentido, recordó que «cuanto más llevemos en nuestro corazón al pueblo de Dios, será un mejor culto».
Al comentar el Evangelio del nacimiento de Juan el Bautista, don Abilio puso el acento en la confianza en Dios, señalando la desconfianza inicial de Zacarías y trasladando esta actitud a la vida cotidiana del ministerio: «También a nosotros, en nuestro ministerio, en el día a día, a veces desconfiamos de Dios». Frente a ello, animó a reconocer la presencia del Señor tanto en las alegrías como en las dificultades, y a no vivir el ministerio desde el miedo, sino desde una confianza renovada.
El obispo recordó que el Adviento es tiempo de esperanza no de forma teórica, sino concreta: «No porque lo diga la Iglesia, sino porque realmente este tiempo es una espera en que Dios venga a la historia y también al final de la historia». Citando el prefacio de Adviento, afirmó que «Dios viene en cada acontecimiento y en cada persona», por lo que el sacerdote no puede separar su vida cotidiana, sus pueblos y sus dificultades de la acción de Dios.
Don Abilio aclaró que la esperanza cristiana no es pasividad ni ingenuidad: «No es quedarnos de brazos cruzados pensando que ya lo arreglará todo Dios», sino la certeza de que el Señor es fiel y cumple sus promesas, las recibidas en el bautismo y en la ordenación. En este camino, recordó las palabras del papa Francisco en la bula del Jubileo de la Esperanza, que se clausurará el próximo 28 de diciembre en la catedral, al señalar que «la paciencia es la hija de la esperanza», una paciencia que no es resignación, sino confianza en la fidelidad de Dios.
Concluyó su homilía animando a vivir la fraternidad presbiteral desde esta esperanza, reconociendo que «no significa que no haya dificultades», pero sí la certeza de que Dios «cumplirá sus promesas y hará su historia con cada uno de nosotros». Finalmente, encomendó la vida y el ministerio de los sacerdotes a la Virgen María, «la Madre de todos los sacerdotes».
Tras la misa, los sacerdotes se trasladaron al salón de actos del Seminario para asistir al festival de Navidad preparado por los seminaristas que, un año más, combinó cantos, música y representación teatral, convirtiendo el mensaje navideño en escena y favoreciendo un clima de alegría y cercanía. La convivencia ha concluido con la comida en el Seminario.