«La eucaristía es el sacramento del amor»

Todos los pueblos de la provincia vivieron ayer una de las celebraciones más solemnes dentro del año litúrgico: la solemnidad del Corpus Christi, en la que todo el pueblo de Dios expresa públicamente su fe en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. En todas las localidades, la jornada está marcada por la participación masiva de la comunidad cristiana y la belleza y arte efímero en las calles, que se decoran con alfombras para el paso del Santísimo.

En Ciudad Real, la celebración comenzó con la misa que presidió el obispo, don Gerardo Melgar. Concelebraron los miembros del cabildo de la catedral y numerosos sacerdotes de la capital. En el presbiterio, junto a los sacerdotes, se situaron los caballeros de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. 

En la homilía, el obispo destacó que esta solemnidad «es la celebración del gran sacramento que Jesús dejó a la Iglesia. Es la fiesta de la eucaristía, celebración de la entrega de Jesús por nosotros. Pan partido y sangre derramada para el perdón de los pecados». Una fiesta para «honrar y adorar a Cristo en la eucaristía, porque en ella conmemoramos su muerte por la salvación de la humanidad, que en un acto de amor supremo por nosotros se entrega a la muerte para librarnos definitivamente a todos del mal y del pecado».

Ahondando en el sentido de la eucaristía, don Gerardo explicó que comulgar con el cuerpo de Cristo «no solo es comulgar con la persona de Cristo, es comulgar también con sus valores, con su causa y con su estilo de vida». Subrayó que «una de las características más peculiares de su estilo de vida» fue «su amor a los últimos, su opción preferencial por los pobres».

«La eucaristía —continuó el obispo— es el sacramento del amor, no solo porque conmemoramos el acto supremo del amor de Cristo por toda la humanidad, sino también porque nos recuerda y aviva en nosotros, los que creemos en Él, la conciencia de que no podemos proclamarlo presente en la eucaristía e ignorar su presencia en los pobres, en las personas que están necesitando de nuestro amor y nuestra solidaridad».

Recordó también que esta solemnidad coincide con el Día de la Caridad porque se trata de «una llamada al amor, al compromiso y a la solidaridad con los hermanos más necesitados». En este contexto, rememoró las palabras de Jesús a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer», e invitó a los fieles a ser generosos con Cáritas y con los pobres. «Esta celebración —afirmó— nos hace una llamada urgente y comprometida a la generosidad, a compartir nuestros bienes con los más necesitados a través de la colecta a favor de Cáritas Diocesana, a través de nuestros donativos personales y nuestro saber renunciar a algo que para nosotros puede significar bastante poco y que para otros va a ser lo que les ayude a seguir subsistiendo».
 

«Esta celebración nos hace una llamada urgente y comprometida a la generosidad, a compartir nuestros bienes con los más necesitados»


«La eucaristía —dijo también— nos impulsa a los creyentes a abrir nuestros ojos, nuestros brazos y nuestro corazón a los hermanos más necesitados. Como creyentes en Jesús nos lleva a no mirar para otro lado ante las necesidades de los demás, sino a comprometernos en darles una respuesta de amor, porque solo desde el amor podremos hacer renacer en ellos la esperanza».

Desde la presencia del Señor en los pobres, don Gerardo criticó la mala distribución de los bienes y la indiferencia hacia los demás: «Mientras a unos nos sobra y despilfarramos, hay otros, muchos, a los que les falta lo más necesario para vivir dignamente». Por eso, señaló, «no podemos celebrar y mucho menos comulgar con el cuerpo de Cristo si no comulgamos con los hermanos que nos necesitan, si somos indiferentes a tantos hermanos nuestros necesitados».

En ese contexto, citó a san Juan —«No podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos a los hermanos a quienes vemos»— y al papa Francisco: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad: esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor de los pobres y socorrerlos».
 

«Mientras a unos nos sobra y despilfarramos, hay otros, muchos, a los que les falta lo más necesario»


En sus últimas palabras, don Gerardo invitó a los fieles a la manifestación pública de la fe en la presencia de Cristo en la eucaristía:  «Vamos a aclamar a Cristo por las calles en la procesión, como el amor de los amores, no olvidemos que ello nos compromete a no cerrar los ojos al mismo Cristo presente en los pobres y marginados de la sociedad con los que Él se identifica». Y concluyó: «Vivamos esta festividad tan importante del Corpus Christi uniendo en nosotros la fe en Cristo presente en la eucaristía y presente en los hermanos con los que él se identifica».

Tras la celebración de la misa, comenzó la procesión con el Santísimo Sacramento por las calles del centro de la ciudad. La custodia, llevada en el paso de la Virgen del Prado y portada bajo palio, recorrió un itinerario preparado con esmero por hermandades, grupos parroquiales y otros grupos de la ciudad, donde destacaban las alfombras de sal. 

Abrían la comitiva los niños que han recibido este año su Primera Comunión, seguidos por representantes de hermandades y cofradías, miembros de las Órdenes Militares y el clero de la ciudad. Tras la custodia, caminaba el obispo y autoridades civiles y militares.

La procesión, manifestación pública de fe, culminó con la entrada de la custodia en la catedral, el canto Adoremus in aeternum y la bendición final con el Santísimo.