Testigos valientes del evangelio

El domingo 16 de junio, celebramos el Día del Misionero Diocesano. El delegado de Misiones de la diócesis nos pide ayuda para los proyectos de los misioneros de nuestra Iglesia.

«Vosotros sois mis testigos». Con estas palabras, Jesús resucitado confiaba a sus discípulos la continuación de su misión. «A todos los hombres». Y «hasta los confines de la tierra».

Aquellos discípulos necesitaron mucho valor para abrir las puertas, salir de su encierro por miedo a los judíos, y proclamar la gran noticia de la resurrección. El Espíritu Santo les asistía, les iluminaba y daba las fuerzas necesarias, además de unirles en comunión, en comunidad.

Muchos hombres y mujeres han vencido sus reticencias y miedos a lo largo de los siglos. Durante mucho tiempo, salían de su tierra y marchaban a lugares lejanos. Con el convencimiento de estar ensanchando la Iglesia, preparando el Reino de Dios, creando nuevas comunidades de hermanos, con quienes ahora compartían ya fe y vida.

Las circunstancias han cambiado. Pero sigue siendo necesario el testimonio. No se evangeliza a distancia, aunque internet y las redes sociales puedan facilitar tantas cosas. Dejar casa, familia, cultura, comodidades, para compartir vida y evangelio con otros hermanos, sigue siendo la llamada y el mandato del Señor resucitado.

Las circunstancias han cambiado. Pero sigue siendo necesario el testimonio. No se evangeliza a distancia, aunque internet y las redes sociales puedan facilitar tantas cosas

¿Qué hace especial al misionero? Su disponibilidad: que no le importa responder a la llamada para dar testimonio lejos de su tierra, a otros hombres y mujeres, hermanos de cualquier rincón del mundo. Que está dispuesto a afrontar peligros y dificultades desconocidos. Y, sobre todo, que el amor de Jesús que quiere testimoniar es universal, sin acepción ni distinción.

En Ciudad Real tenemos un puñado de misioneros, unos 65, según nuestras cuentas. Cada vez menos, porque se van haciendo mayores, y hay escaso reemplazo. Hasta andamos escasos de voluntarios para ir a echar una mano en verano, en estos últimos años.

En todo caso, muchos nos sentimos un poco misioneros en dos o tres momentos del año, cuando se nos invita a dar un donativo en las grandes campañas misioneras. Pero éstas tienen sus fines propios, y no podemos salirnos de ahí para amparar otras necesidades.


Desde la Delegación Diocesana de Misiones les enviamos el año pasado 77.000 euros. Provienen de la colecta del Día del Misionero Diocesano, de actividades de los Grupos de Misiones y de muchos donativos particulares.

Nuestros misioneros lo saben. Pero también saben que pueden acudir a su diócesis, donde recibieron la fe, la llamada, la que les envió, a pedir subsidios: para carburante del barco que les llevará a visitar las comunidades cristianas a lo largo del gran río, o para instalar un gallinero que permita la subsistencia de una comunidad religiosa, o para la atención a los más pobres que acuden a un hospital en la selva.

Desde la Delegación Diocesana de Misiones les enviamos el año pasado 77.000 euros. Provienen de la colecta del Día del Misionero Diocesano, de actividades de los Grupos de Misiones y de muchos donativos particulares.

De nosotros depende que podamos continuar llevando adelante esa Misión que el Señor a todos nos encomendó, y que testimonian valientemente nuestros misioneros.

Por Gabriel Damián Díaz Ortiz