Infancia Misionera: «Comparto lo que soy»

En este domingo, 14 de enero, celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. El delegado de Misiones de la diócesis nos recuerda que la Infancia Misionera «no es sólo una institución para ayudar a los niños desfavorecidos, sino que educa y sensibiliza a todos, nos presenta el ejemplo de los misioneros, que comparten vida, trabajo, fe y entrega por todo el mundo»

La mayoría de los cristianos, e incluso mucha gente no creyente, sabe que la tarea misionera es una de las más importantes, apreciada y respetada en todo el mundo, que realiza la Iglesia. Los misioneros llevan a cabo la última voluntad de Jesús: «Id por todo el mundo», y gastan su vida anunciando el Evangelio y ayudando a los más empobrecidos a luchar por una vida más digna.

Sin embargo, la mayoría de nosotros vivimos nuestra colaboración con la misión y nuestra responsabilidad misionera compartiendo alguna pequeña cantidad una o varias veces al año, como mucho. Los niños saben que eso no es suficiente. Si soy un niño cristiano, un niño misionero, ¿cómo no voy a compartir con los demás niños, y cómo no voy a acoger todo lo bueno que ellos comparten conmigo?

Porque el compromiso con la misión de anunciar el Evangelio y trabajar por la construcción del Reino de Dios, de un mundo tal como lo soñó Dios, no es cosa de un día ni es cosa de compartir algunas «cositas». Si somos capaces de ayudar al amigo, al compañero que está caído, aislado, necesitado, también somos capaces de compartir lo que somos con quienes más lo necesitan, aunque no les conozcamos ni estén cerca de nosotros. El corazón de un niño es grande y generoso.

Pero la realidad es que los niños tampoco tienen oportunidad de hacer mucho más de lo que ya vienen haciendo, y cuando vamos creciendo todos terminamos desviando nuestra atención a las urgencias personales.

La Infancia Misionera, que no es sólo una institución para ayudar a los niños desfavorecidos, sino que educa y sensibiliza a todos, nos presenta el ejemplo de los misioneros, que comparten vida, trabajo, fe y entrega por todo el mundo, y nos invita a todos, niños y adultos, a compartir algo de nuestra persona, nuestro tiempo, nuestra oración, nuestra fe, nuestros recursos, con los misioneros y con los niños con quienes ellos comparten todo lo que son.

Acompañemos a nuestros niños para llevar la luz y el amor de Jesús a los niños de todo el mundo, por medio de los misioneros. Ellos, niños y misioneros, nos enseñarán también a compartir todo lo que somos, para tener, todos, un corazón abierto y universal, misionero.


Por Damián Díaz Ortiz