El domingo 2 de junio, se celebró la solemnidad del Corpus Christi que, en la capital, llenó la catedral y las calles de la ciudad al paso del Santísimo.
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En la misa, presidida por el obispo don Gerardo Melgar, concelebraron los miembros del cabildo, junto a sacerdotes de la ciudad y religiosos salesianos y marianistas. En el presbiterio, como cada año, se situaron los caballeros de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.
«Comulgar el cuerpo de Cristo es comulgar con su persona, con sus valores, con su causa y con su estilo de vida»
«La eucaristía es el sacramento de la presencia cercana de Dios entre los hombres, que se ha quedado para siempre con nosotros y entre nosotros, y ha querido hacerlo con el signo más elocuente y cercano de todos los tiempos: la mesa compartida de la eucaristía», comenzó diciendo el obispo, que subrayó el compromiso del amor a los hermanos que debe suscitar en todos los cristianos la entrega de Cristo.
«Comulgar el cuerpo de Cristo es comulgar con su persona, con sus valores, con su causa y con su estilo de vida», dijo, y advirtió de que «no podemos aclamarlo presente en la eucaristía e ignorar su presencia en los pobres, en las personas que están necesitando de nuestro amor y de nuestra solidaridad». En este sentido, recordó el lema de Cáritas para el Corpus de este año:
Allí donde nos necesitas abrimos caminos de esperanza. El fin de la caridad cristiana, explicó, «no es solo cubrir las necesidades materiales de los necesitados, que también, sino ayudarlos a que en su vida sigan teniendo esperanza».
Insistió en que fijar los ojos en la eucaristía nos debe llevar a «fijar los ojos en los hermanos más pobres. A no mirar para otro lado ante las necesidades de los demás, sino a comprometernos dándoles una respuesta de amor. Porque solo desde el amor podemos hacer renacer en ellos la esperanza». La entrega de Jesús y sus palabras ——Haced esto en memoria mía— son un mandato y una invitación a ser, para los pobres, «don, entrega, alimento y esperanza». En esta tarea, dijo, «todos estamos llamados a crear espacios de verdadera fraternidad, restaurando los derechos de todas las personas que viven en situación de pobreza y de vulnerabilidad».
«Pidamos al Señor que, como sus seguidores, nosotros fructifiquemos en frutos de caridad con tantas personas que nos están necesitando»
Refiriéndose a la procesión que comenzaría después de la misa, don Gerardo explicó que «con nuestro acompañamiento a Cristo Sacramentado por las calles estamos testimoniando nuestra fe y nuestro convencimiento de que Dios está presente, de que Cristo está presente entre nosotros, que no nos ha abandonado, sino que nos está constantemente manifestando su amor. Que también con nuestra caridad estemos manifestando su presencia, viéndole encarnado en el rostro desfigurado de tantos pobres y necesitados».
«Pidamos al Señor que, como sus seguidores, nosotros fructifiquemos en frutos de caridad con tantas personas que nos están necesitando y a los cuales tanto bien podemos hacer, conscientes de que cuando lo hacemos con ellos, es al mismo Cristo a quien se lo hacemos», concluyó.
Al finalizar la misa, en la que cantó el Seminario Mayor, comenzó la procesión por las calles de la ciudad, llena de balcones decorados con motivos eucarísticos, altares y alfombras de sal dispuestas por hermandades y asociaciones.
En la procesión, acompañaron al Santísimo los niños de la capital que han celebrado su Primera Comunión este año, representantes de Cáritas, hermandades, grupos parroquiales, Adoración Nocturna y la Hospitalidad de Lourdes. Justo delante del paso con el Santísimo, desfilaron los caballeros de las Órdenes militares y los sacerdotes de la ciudad, religiosos, seminaristas y el cabildo de la catedral. Tras el Santísimo, el obispo, don Gerardo Melgar; el vicario General, Jesús Córdoba; el presidente del cabildo, Bernardo Torres; el canónigo Juan Carlos Fernández de Simón, el presidente del Real Consejo de las Órdenes Militares, don Pedro de Borbón Dos Sicilias y de Orleans, y Fernando Morenés y Mariátegui, comendador de la Orden de Calatrava. Les seguían autoridades políticas, militares, de las Fuerzas de Seguridad, así como decenas de fieles y la banda municipal de música.
Al llegar de nuevo al templo, el obispo impartió la bendición con el Santísimo, concluyendo una de las celebraciones con más participación de fieles a lo largo del año.