«Tenemos que dejar que el Espíritu actúe en nosotros»

En la víspera de Pentecostés, el 18 de mayo, se celebró en el Seminario un encuentro de laicos organizado por la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar con el lema Laicos por vocación, llamados a la misión.
 
La reunión comenzó con la bienvenida a los participantes por parte del delegado de Apostolado seglar en la diócesis, Juan Manuel García de la Camacha. Después de la oración, comenzó la ponencia Urgencia del Primer Anuncio, a cargo de Luis Eduardo Molina, vicario de Pastoral de la diócesis de Ciudad Real.
 
Molina comenzó hablando de la primera misión cristiana, explicando cómo «en las primeras décadas del cristianismo la difusión del mensaje evangélico se hizo de modo más bien doméstico, de tú a tú, en ámbitos de la cotidianidad», en familia.

Entre las diversas propuestas antiguas y nuevas, el cristianismo ofrece respuesta a las inquietudes más cruciales»

Después, se preguntó sobre la «identidad humana y sentido de la vida», mostrando que «el ser humano busca de uno u otro modo su identidad, crucial para el sentido de su existencia. Entre las diversas propuestas antiguas y nuevas, el cristianismo ofrece respuesta a las inquietudes más cruciales», dijo, explicando que a este anhelo de sentido da respuesta el primer anuncio del mensaje de Cristo.

A continuación, recorrió varias definiciones de lo que es el «primer anuncio» a través de la Sagrada Escritura y de documentos del magisterio y concluyó hablando sobre la «responsabilidad de todos los fieles con relación a ese primer anuncio y la urgencia de su transmisión por testimonio y palabra.

Después de una reunión por grupos para dialogar sobre el tema de la conferencia, comenzó la misa en la capilla mayor del Seminario, presidida por el obispo, don Gerardo Melgar.

«El Espíritu es el que va a hacer posible que la misión que el Señor había encomendado a toda la Iglesia se haga posible», comenzó diciendo el obispo en la homilía, explicando cómo el Espíritu hace entender a los discípulos todo lo que Jesús les había dicho. Por eso, los apóstoles, que no eran entendidos en lenguas, «explican los dones de Dios precisamente en todas las lenguas, para que cada uno les entienda en su propio idioma. Fue el Espíritu el que transformó a aquellos discípulos y, no solamente para que hablaran en lenguas, sino que les transformó el corazón y la vida», dijo.

«El Espíritu es el que va a hacer posible que la misión que el Señor había encomendado a toda la Iglesia se haga posible»

En el este sentido, «el Espíritu ha estado siempre presente desde el principio en la Iglesia, y es gracias a Él como la Iglesia se ha mantenido a través de los siglos». Es, subrayó, lo que hace perenne a la Iglesia, «a pesar de nuestras deficiencias». Por eso, «si queremos cumplir con lo que el Señor nos ha encomendado a todos, necesariamente tenemos que dejar que Dios, que Cristo, el Espíritu, actúe en nosotros».

Don Gerardo hizo una llamada al cumplimiento de la propia misión de cada uno de los miembros de la Iglesia, «que es un solo cuerpo, pero en el que cada uno tiene una misión que cumplir […]. Todos los bautizados hemos sido llamados a ser de verdad auténticos mensajeros del mensaje de Jesús y de Jesús mismo».

«Que María, la Virgen, Reina de los Apóstoles, nos dé la valentía que necesitamos

El obispo se refirió a todos los laicos que participaban en la misa expresándoles que tienen la responsabilidad de «transformar las realidades terrenas según la voluntad y según el plan de Dios», inmersos en la comunidad cristiana que, en comunión, responde al mandato de ir por el mundo entero y predicar el Evangelio. Esta es una corresponsabilidad de todos los bautizados, que se presenta como una doble misión: «Vivir como auténticos discípulos de Jesús y ser también testigos para los demás, de tal manera que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo». Siendo «dóciles al Espíritu», podremos ser testigos de Jesús, explicó.

«Que María, la Virgen, Reina de los Apóstoles, nos dé la valentía que necesitamos […], y que pidamos muchas veces al Espíritu que sea él el que, donde no lleguemos nosotros, nos ayude a cumplir con la misión que Cristo encomienda a toda la Iglesia», concluyó.