Laicos por vocación, llamados a la misión

En la solemnidad de Pentecostés de este domingo 19 de mayo celebramos el acontecimiento en el que la Pascua llega a su plenitud. Además, este día la Iglesia recuerda a los laicos con la celebración del Día de la Acción Católica y Apostolado Seglar, la fiesta de la comunión a la que nos lleva el don del Espíritu. Escribe el delegado diocesano de Apostolado Seglar.

La Iglesia católica celebra en este día la solemnidad de Pentecostés y, por extensión, el día de la Acción católica y del Apostolado Seglar; el apostolado de los laicos. Absortos como estamos en las múltiples tareas pastorales, corremos el peligro de hacer de este día una celebración más, sin darnos cuenta del gran calado de lo que estamos celebrando.

En este día celebramos que Dios envía su Espíritu sobre sus apóstoles, sobre todas aquellas personas que quieren seguirlo porque han descubierto que la única vida posible y plena se realiza en su amor. Pero no solo eso; también celebramos que el Padre está enviando continuamente su Espíritu Santo para darnos su aliento en la tarea de ser agentes de evangelización.

El lema que la Conferencia Episcopal Española ha elegido para este año debería hacernos reflexionar profundamente: Laicos por vocación, llamados a la misión. Que se hable de la vocación no es algo nuevo, pero sí la forma de hacerlo. Hasta hace no mucho tiempo la palabra vocación equivalía a sacerdocio. Es ahora cuando estamos descubriendo que la vocación se puede y debe manifestar en otras formas, además de a la vida consagrada. También que todas las formas de desarrollar la vocación son necesarias y se complementan para hacer realidad esa vocación en mayúsculas que nos une a todos: la vocación bautismal.

La vocación laical debería hacernos plantear la manera en que estamos llevando a cabo el proceso de evangelización encomendado por Jesús. Los laicos, en nuestra vida cotidiana debemos dar testimonio del amor que Dios nos tiene y que nos tenemos unos a otros. Es fácil darse cuenta de que, muchas veces, no estamos anunciando y dando a conocer a Jesús. Otras veces, incluso, no anunciando correctamente. Preocupados tanto de nuestras pequeñas parcelas pastorales: movimientos, grupos, parroquias… puede que hayamos perdido el horizonte de que estamos al servicio de algo muchos más grande. ¿Será que, aún después de tanto tiempo, no hemos dejado que este Espíritu cale en nosotros?

Por otro lado, es importante caer en la cuenta de que la vocación de los laicos no debería ser algo que se vive de manera individual, sino que implica la comunión que debería estar presente en todas las realidades pastorales y que se revise y fortalezca a lo largo de toda la vida. No es fruto de un momento determinado a la hora de tomar alguna decisión, sino que la vocación hay que trabajarla, fundamentarla y fortalecerla diariamente. Solo así será plena y realizará a la persona con plenitud.

¡Ánimo! ¡Hay mucho trabajo por hacer!
 

Por Juan Manuel García de la Camacha