La primera tanda de las convivencias de matrimonios con el obispo de este año tuvo lugar el pasado domingo, 3 de marzo, en el Seminario Diocesano.
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En total, más de noventa personas entre matrimonios y niños dedicaron el día la revisión de la fe y de la vida familiar. La mañana se dedicó a la reflexión sobre la vida, la familia y la relación con Dios. Una pausa para cada miembro de la pareja que puede hacerse preguntas para pensar sobre aspectos de la vida que se pueden dejar de lado por otras urgencias.
Después de la reflexión, el obispo, don Gerardo Melgar, ayudó a los participantes a hacer un examen de conciencia para participar en el sacramento de la confesión al final de la mañana.
Tras la comida, la primera parte de la tarde se dedicó al diálogo entre los esposos, que revisan su vida conyugal y familiar. Este encuentro en pareja sirve para que el matrimonio continúe ahondando en el conocimiento mutuo, mejorando la convivencia y descubriendo los aspectos buenos que hay en la vida matrimonial y familiar para seguir cultivándolos. En la conversación de la pareja también surgen vivencias negativas, llamadas de atención para que el matrimonio mejore su relación. Al final del diálogo, los esposos se plantean algunos aspectos en los que avanzar, a modo de proyecto, o algunos aspectos que consideren que tienen que cambiar.
La segunda convivencia tendrá lugar el 10 de marzo en el Seminario
La convivencia concluye con la misa, presidida por el obispo, en la que las parejas renuevan las promesas matrimoniales, recordando el día de su matrimonio. Al final de la eucaristía, dieron las gracias a Dios por todo lo vivido durante el día y por sus años de unión conyugal.
En la homilía, don Gerardo advirtió de la presencia en la vida de los cristianos de «otros dioses» o ídolos «a los cuales a lo mejor estamos sirviendo nosotros en la vida», mientras que «a quien tenemos que adorar es a nuestro único Señor, al Dios que nos ha creado, que nos ha dado dignidad, que nos da su gracia y que quiere que estemos siempre y vivamos de acuerdo con lo que Él nos pide».
Además, se refirió al Evangelio que se proclamó, donde se narra la expulsión de los mercaderes del templo y donde «hemos visto a Jesús en una de las ocasiones en las cuales parece que como que se dejara llevar por su genio. Pero no es verdad. Lo que quiere decir es que no podemos hacer de Dios y de la Palabra de Dios una mercadería», explicó. Junto a esto, Jesús hace un anuncio de su resurrección, pidiéndonos «que seamos capaces de resucitar a una vida nueva, una vida nueva que nos pide el adorar solamente a Dios, porque Él es Dios y únicamente a Él tenemos que adorar».
Pidió a las familias que no vivan lastradas por aquello que las aparta de Dios, como los mercaderes del templo, sino que hagan de su vida «un canto a la vida de Dios, un canto a la gracia de Dios y un canto a ir preparándonos para resucitar también con Él y vivir para siempre con Él, gozosos en el cielo».
Después de la homilía, los matrimonios renovaron sus promesas matrimoniales. Prometieron «seguir conservando, viviendo y aumentando el amor» del día de su boda, dialogar ante los problemas, «seguir poniendo esfuerzo en entender y disculpar los fallos del otro», seguir intentando vivir el matrimonio desde la fe y de acuerdo al plan de Dios y «seguir teniendo a Jesús como amigo» para contar en los momentos buenos y en los malos y enseñarlo así a sus hijos.