Los centros de enseñanza creados por la Acción Católica cumplen cincuenta años en nuestra diócesis. Por este motivo, el obispo, don Gerardo Melgar, celebró una misa en la parroquia de San Pablo de Ciudad Real el pasado 7 de junio.
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Don Gerardo agradeció el trabajo realizado durante todos estos años, una labor que ha logrado la educación de muchas mujeres que carecían de medios, sobre todo cuando nacieron los centros: «La clausura de este curso, en el marco incomparable de la celebración de la eucaristía, manifiesta claramente también la identidad cristiana [de los centros], algo que no tenemos que olvidar nunca, que no podemos pasar por alto que estos nacen precisamente de las mujeres de Acción Católica para impulsar la promoción integral de la mujer, es decir, de su promoción como personas y como cristianas».
En este sentido, el obispo agradeció la unión de cultura y fe que han conseguido estos centros, que siempre han dado importancia a la formación cultural, pero sin olvidar «la cultura religiosa para ser verdaderos y auténticos seguidores de Cristo». Ante el momento actual, en el que hay «casi una total y absoluta ignorancia religiosa», los Centros Católicos de Cultura Popular son expresión de que la formación cristiana y cultural es una defensa ante el «ambiente laicista» que capacita para dar razones de la fe. «La formación seria de nuestra fe nos hará vivir en esta sociedad actual con una conciencia crítica que siempre tenemos que tener de cuanto acontece en ella, con un compromiso transformador de las realidades humanas de acuerdo con el plan de Dios y como miembros vivos y activos de la Iglesia del Señor», dijo.
«Los centros de cultura popular tienen que ser hoy lo mismo que fueron desde el principio: impulsores, promotores de verdaderos discípulos del Señor y auténticos testigos de su salvación en medio del mundo»
«Los centros de cultura popular tienen que ser hoy —continuó— lo mismo que fueron desde el principio: impulsores, promotores de verdaderos discípulos del Señor y auténticos testigos de su salvación en medio del mundo». En este sentido, invitó a todos los asistentes a no vivir la fe solo en el ámbito privado, «sino siendo testigos en esta sociedad, en la familia en la que estamos viviendo, con las personas con las que estamos tratando».
Ser testigos de Jesús en medio del mundo es una exigencia bautismal y una responsabilidad de todos los cristianos que, de este modo, son ayuda para transformar la vida de los demás, procurando que se produzca un verdadero encuentro con Jesucristo: «Si nuestro testimonio es positivo, seguro que hay personas que se animan también a creer. Pero si nuestra vida no transcurre por los derroteros que el Señor pide de nosotros, a lo mejor, en vez de animar, estamos desanimando», advirtió.
«Le damos gracias al Señor por todo lo que el bien que han hecho estos centros a tantas personas como han pasado por ellos a través de estos 50 años. Y le pedimos al Señor también que nuestra formación contribuya a ser cada día mejores personas, mejores creyentes, verdaderos testigos de nuestra fe en medio de nuestros ambientes», concluyó.