Carta abierta a todos los cristianos y personas de buena voluntad
Los delegados diocesanos de “familia y vida” de las diócesis de la Provincia eclesiástica de Toledo, compuesta por Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo; reunidos en reunión ordinaria el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor, en la que el Verbo de Dios asumió por amor, nuestra naturaleza humana para llevarla a su plenitud, y JORNADA POR LA VIDA 2023, haciendo nuestras las palabras de los Obispos Españoles en su Instrucción pastoral de la LXXXVIII Asamblea Plenaria de la CEE en “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, queremos manifestar, “como personas solidarias con la sociedad de la que formamos parte, el amor a nuestros conciudadanos y la responsabilidad que tenemos ante Dios, nos vemos impulsados a advertir de los grandes males que se pueden seguir del oscurecimiento y debilitamiento de la conciencia moral”.
Expresamos nuestro dolor y nuestro gran pesar, por las leyes habidas en los últimos años que, en vez de defender la vida humana y la dignidad de la misma, como primera obligación de los poderes públicos, establecen como un derecho de la persona el recurso a la eutanasia y el suicidio asistido como ayuda a los enfermos terminales, en vez de ofrecer la ayuda a través de los cuidados paliativos, el acompañamiento y cariño de la familia.
Igualmente expresamos nuestro dolor e indignación por la declaración de constitucionalidad por parte del Tribunal Constitucional, de las Leyes del aborto el día 10 de febrero de 2023, y de la eutanasia. el día 22 de marzo de 2023 y la aprobación de la nueva ley del aborto, en virtud de la cual, cualquier mujer, incluidas las chicas a partir de los dieciséis años y sin permiso de sus padres, en las catorce primeras semanas de embarazo, tienen derecho a decidir si llevar adelante el aborto del hijo que llevan en sus entrañas, sin tener que dar explicaciones a nadie.
Como personas responsables y mucho más como católicos; como familias responsables y mucho más, como familias católicas, no podemos aceptar desde nuestro silencio el contenido de las mismas, porque van directamente en contra de la vida humana y del respeto a la dignidad de la misma
Contra la mentalidad reinante en nuestra sociedad, que mide el valor de la vida a partir de criterios de funcionalidad, nosotros, como personas responsables y cristianos, sentimos la necesidad de manifestar que tenemos que seguir creyendo y defendiendo la sacralidad de la vida humana, y proclamar, alto y claro, una vez más, el carácter inviolable y sagrado de la misma, que debe ser salvaguardado desde la concepción hasta el término natural.
La defensa y la promoción de la vida es el desafío más grande de nuestro tiempo y algo a lo que nosotros tanto como personas, y mucho más como creyentes, no podemos de ninguna manera renunciar, sino que nos sentirnos obligados a promover, proclamar, defender, y reclamar de parte de todos
El derecho a la vida no se le puede negar a nadie. Ninguna minoría, ni mayoría política puede cambiar los derechos de quienes son los más vulnerables de nuestra sociedad. No podemos caer en el engaño de pensar que se puede disponer de la vida hasta legitimar la interrupción de la misma, enmascarándola con un velo de piedad humana.
El primero y más fundamental de los derechos de todo ser humano y por lo tanto, de los no nacidos y de los ancianos y enfermos y de toda persona, es el derecho a la vida. Su interrupción voluntaria por medio de la eutanasia y del aborto es, siempre, una clara injusticia y una violación grave de los derechos fundamentales de la persona. Violación que se agrava aún más, por tratarse del seres más indefensos e inocentes, y que dejan desamparado y atentan contra él precisamente quienes tienen el encargo sagrado de su protección: La madre, el médico, y los poderes públicos
Una sociedad que no asegura la vida, la dignidad y el respeto a la vida de las personas y desprecia la vida de los más débiles, es una sociedad que se va degradando y corrompiendo, es una sociedad fracasada.
Esta realidad está reclamando a gritos, un compromiso político y legislativo que prevengan las causas del aborto y ofrezcan a las mujeres, todas las ayudas necesarias para llevar a delante su embarazo, y también el desarrollo de los cuidados paliativos, con los que nadie sienta la necesidad de recurrir a la interrupción de su vida.
Es necesario y urgente sensibilizarnos nosotros y sensibilizar a nuestra sociedad sobre la tragedia del aborto y el recurso a la eutanasia, fomentando, con fuerza y decisión, una cultura de la vida que se compromete y clama a favor de la misma vida, porque si no lo hacemos estamos admitiendo el fracaso de la sociedad y la corrupción de esta.
Para lograr estos objetivos es necesario un compromiso de apoyo activo y eficaz a cuantas asociaciones existen actualmente, que tienen como objetivo la defensa de la familia y de la vida, colaborando con ellas y dando esperanza y apoyo a las madres y padres que tienen dificultades para acoger a sus hijos, lo mismo que un compromiso por la promoción, apoyo, y opción por los cuidados paliativos, que ayuden a los enfermos terminales y a toda persona a no sentir la necesidad de recurrir a la eutanasia o el suicidio asistido.
Que Santa María, la Madre del Salvador, que con su sí generoso a la propuesta de Dios acogió a su hijo en su seno en la Encarnación, infunda en todos nosotros la defensa y el amor a la vida y nos mueva a comprometernos en la tarea de instaurar la cultura de la vida en nuestro mundo, tan necesitado de ella.