Entre el 6 y el 11 de febrero se celebró, en la parroquia de San Pablo de Ciudad Real, la oración diocesana por las vocaciones presidida por el obispo, don Gerardo Melgar, con la participación del Seminario Diocesano.
Esta oración fue propuesta por el obispo a todas las parroquias, de manera que toda la diócesis ha pedido durante una semana por las vocaciones, especialmente por las sacerdotales.
«Pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá» fue el título de la primera oración ante el Santísimo. En ella, se insistió en la gracia de pedir, puesto que aunque «Dios ya sabe lo que necesitamos, quiere que se lo pidamos», reconociendo que solos no podemos conseguir nada. Este día, se lamentó que la sociedad «autosuficiente» ha perdido la necesidad de pedir, pensando que «podemos conseguir todo sin ayuda de nada ni de nadie, solo con nuestros propios medios», dijo el obispo.
«Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
«Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Así comenzó la segunda jornada, pidiendo con las mismas palabras de Jesús. Se insistió en pedir, pero no de manera egoísta, sino por las necesidades de todos y de la Iglesia y, especialmente, por las vocaciones. Los sacerdotes no surgen de manera espontánea, son fruto de una llamada y de una respuesta, por lo que es necesario pedir por ellas secundando la misma petición de Jesús que, además, «nos da la razón para hacerlo: La mies es mucha y los obreros pocos».
El tercer día de oración se tituló: «Jesús llamó a los primeros discípulos y sigue llamando hoy al sacerdocio». Se recordó cómo el inicio de la vida pública de Jesús está marcado por la llamada a su seguimiento y la elección de sus colaboradores más íntimos. «El Señor los llama para que estén con Él, compartan su vida y aprendan todo lo que tiene que enseñarles, para que ellos, una vez que Él suba, de nuevo, al Padre, sean los continuadores de la misma misión en el mundo», explicó don Gerardo.
«Y dejándolo todo, lo siguieron», nos dice el Evangelio. No se trata de un seguimiento limitado, sino con la entrega total de la vida. Es un discipulado que «exige dejar otras cosas en las que se afanan los demás: familia, casa, hermanos, familia, tierras; por seguirlo a Él y el Evangelio». Don Gerardo explicó que en los relatos de la llamada aparecen «todos los elementos que integran la vocación cristiana y la vocación al sacerdocio»: el encuentro con Jesús, la llamada, la respuesta, el discernimiento de lo que exige el seguimiento y la recepción del Espíritu que los ayudará a cumplir con la misión. Con el convencimiento de que Jesús sigue llamando, el obispo se preguntó qué nos está pasando hoy para que falten sacerdotes y qué podemos hacer para solucionarlo. Concluyó la predicación en este día animando a todos a pedir al Señor vocaciones para animar a todos los llamados a responder.
«Es necesario que siga habiendo sacerdotes que quieran entregar su vida al servicio de la misión que Cristo ha dejado a toda la Iglesia»
La cuarta jornada la tituló «Como el padre me ha enviado, así os envío yo». En el comentario a la lectura en la que Jesús resucitado envía a los apóstoles, don Gerardo recordó que todos los bautizados están llamados a evangelizar pero, de manera concreta, los sacerdotes cumplen esta misión consagrando toda su vida a ella. «Es necesario que siga habiendo sacerdotes que quieran entregar su vida al servicio de la misión que Cristo ha dejado a toda la Iglesia», dijo, e insistió en seguir pidiendo sacerdotes al Señor: «Vamos a pedirle que todos pongamos lo que esté de nuestra parte para animar esas vocaciones, porque sabemos que Dios llama, pero llama a través de nosotros, y nosotros hemos de promover y favorecer que haya personas dispuestas a responder al Señor por este camino».
El quinto día de oración se dedicó a la familia, «semillero de vocaciones sacerdotales». Se leyó la vocación de Samuel, que necesitó de la ayuda de Elí para que lo orientase y ayudara en el discernimiento. Como Samuel recibió la ayuda de Elí, también los jóvenes hoy necesitan que la familia los ayude a descubrir la llamada de Dios.
El obispo se refirió a la familia de Nazaret como «el primer seminario», donde Jesús aprendió y creció «en sabiduría y gracia de Dios».
«Es verdad que las vocaciones al sacerdocio son obra de Dios principalmente, pero el ambiente familiar, la buena acogida de los padres al hijo que les dice que quiere ser sacerdote o que se quiere plantear si ese puede ser su camino, van a influir en ellos muy decididamente también», dijo. Por esta razón, se lamentó de que algunas familias no valoren la vocación de los hijos y, en cambio, la rechacen. Pidió para que las familias vivan en un ambiente en el que la vocación se reciba con alegría.
La última oración de la semana se tituló «Ven y sígueme». Estuvo presidida este día por Arcángel Moreno, director espiritual del Seminario. Se leyó la historia del «joven rico», que rechaza el seguimiento porque no quiere dejar sus posesiones. Jesús pide renunciar a todo a los sacerdotes para dedicarse solo a Dios.
«Es importante que recemos todos por los sacerdotes actuales, para que se mantengan firmes en sus compromisos, y por los futuros sacerdotes y por las futuras vocaciones sacerdotales, para que sean valientes, que cada día estén más enamorados de Cristo y que estén dispuestos a dejar todo lo demás para dedicar su vida a evangelizar este mundo». Pidiendo esta valentía en el seguimiento al Señor concluyó la semana de oración por las vocaciones, seis jornadas en las que la diócesis ha pedido con insistencia que «el Señor envíe obreros a su mies».