El próximo jueves, 2 de febrero, celebraremos la festividad de la Presentación del Señor. En este día, tradicionalmente, los religiosos renuevan sus votos, la fiesta se dedica a la vida consagrada. El delegado de la diócesis para la Vida Consagrada, Vicente Díaz-Pintado nos invita a que «demos gracias a Dios por la luz que nos llega a través de tantos y variados carismas encarnados en las vidas de los religiosos».
Fue el papa san Juan Pablo II el que, en el año 1997, instituyó la Jornada de la Vida Consagrada uniéndola a la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, poniendo de relieve así la especial consagración que los religiosos y religiosas hacen a Dios siendo con sus vidas reflejos de la luz de Cristo por quien se han consagrado.
Caminando en esperanza es el lema con el que la Iglesia celebra esta XXVII jornada. Un día especial para pararse a valorar y agradecer el don de la vida consagrada tal y como el Espíritu la va suscitando en la Iglesia de cada tiempo. La jornada de este año invita a contemplar el talante y el horizonte de los que se consagran a Dios caminando en esperanza para ser cada día apóstoles del reino, levadura en la masa, semilla en la tierra, sal y candelero en lo alto.
En el espejo de Simeón y Ana se miran este día los consagrados
Las personas consagradas tratan de confiar caminando en esperanza aun cuando no tienen, como su maestro el Señor, ni dónde reclinar la cabeza, porque Dios es el origen, el compañero y la meta de su caminar. Los religiosos y religiosas tratan de compartir caminando en esperanza aun cuando no llevan bastón ni alforja ni una capa o túnica de sobra, como nos pide Jesús en el evangelio, porque los hermanos son su bien más preciado. Y tratan de acompañar caminando en esperanza aun cuando no consiguen más que un par de monedas que echar en la ofrenda del templo porque los empobrecidos de la tierra son su tesoro y por ellos, en nombre del Señor, desgastan toda su vida.
Dice Santa Teresa de Jesús que para ir lejos hay que caminar con «determinada determinación de no parar hasta llegar». Y hay que hacerlo cada día con ánimo esperanzado siguiendo el ejemplo del anciano Simeón y la profetisa Ana que supieron sembrar con paciencia y recoger con gratitud, servir calladamente y cantar de júbilo, esperar a que el Mesías llegara hasta ellos y compartir con todos la esperanza del Señor.
En el espejo de Simeón y Ana se miran este día los consagrados, conscientes del momento que viven y alentados por el deseo de seguir «caminando en esperanza».
Demos gracias a Dios por la luz que nos llega a través de tantos y variados carismas encarnados en las vidas de los religiosos y religiosas que caminan, en nuestra diócesis, sembrando esperanza.
Por Vicente Díaz-Pintado Moraleda