Los pasados 28 y 29 de noviembre tuvo lugar en el seminario la convivencia sacerdotal con la ayuda formativa de José Alberto Barrera y Cristina Salcedo, dos laicos al frente de los cursos Pastores Gregis Christi.
[Puedes ver imágenes de la misa en este enlace]
El encuentro comenzó en la tarde del lunes y concluyó con la misa, que presidió el obispo, don Gerardo Melgar, en la mañana del martes. Participaron más de sesenta sacerdotes de toda la diócesis. Antes de la misa, la mañana se dedicó a la oración con un retiro que dirigió Cristina Salcedo.
En la eucaristía, don Gerardo recordó a los sacerdotes la necesidad de vivir la espera y preparar el camino en este tiempo de Adviento, «el camino que nos lleva a descubrir a este Dios que viene para hacerlo todo nuevo».
«Dios envió a su Hijo al mundo para traernos la salvación a todos. Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos. Por eso tenemos que aprovechar también estos momentos de preparación para la Navidad, para darle gracias a Dios por tantas cosas. Cristo quiere nacer en el corazón de cada uno de nosotros y en la vida de cada uno de nosotros», dijo don Gerardo. Ante este acontecimiento, pidió «que renovemos aquel primer nacimiento de Cristo, porque Cristo quiere reinar en nuestra vida, quiere ser el que el protagonista» de la misión.
«Yo creo que todos somos testigos y todos podemos decir que somos obra de Dios. El regalo que nos ha hecho como sacerdotes es un auténtico regalo. Nadie se merece ser sacerdote y, por lo tanto, si lo somos quiere decir que Dios nos ha hecho ese gran regalo y que nunca agradeceremos suficientemente lo que esto significa para nosotros»
En el mismo sentido, continuó animando a los sacerdotes a prepararse para la Navidad con la oración, examinando la vida, agradeciendo todo lo bueno que se tiene e intentando cambiar aquello que «no es como debería ser, que necesita conversión».
En este camino del Adviento, invitó al presbiterio a agradecer el don del sacerdocio: «Yo creo que todos somos testigos y todos podemos decir que somos obra de Dios. El regalo que nos ha hecho como sacerdotes es un auténtico regalo. Nadie se merece ser sacerdote y, por lo tanto, si lo somos quiere decir que Dios nos ha hecho ese gran regalo y que nunca agradeceremos suficientemente lo que esto significa para nosotros». Puso a María como ejemplo de agradecimiento a Dios cuando exclamó en el Magníficat «proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha hecho realmente mis obras grandes».
Al final de la homilía, don Gerardo agradeció la ayuda de José Alberto Barrera y Cristina Salcedo durante la jornada de formación. Explicó la importancia de escuchar voces distintas que hagan caer en la cuenta a los presbíteros de que «realmente esto que llevamos entre manos es algo tan hermoso que merece la pena cuidarlo, que merece la pena volver a empezar de nuevo y que merece la pena no perder el ánimo ni la ilusión, sino todo lo contrario. Dios está con nosotros, Dios vive a nuestro lado y Dios nos sigue animando para que podamos ser auténticos portadores del mensaje de salvación que Cristo ha venido a traer al mundo», concluyó.