Juan Serna, encargado de la fase diocesana del Sínodo, continúa comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos.
Todos están invitados a hablar con valentía y parresia, es decir integrando libertad, verdad y caridad. ¿Cómo promovemos dentro de la comunidad y de sus organismos un estilo de comunicación libre y auténtica, sin dobleces y oportunismos? ¿Y ante la sociedad de la cual formamos parte? ¿Cuándo y cómo logramos decir lo que realmente tenemos en el corazón? ¿Cómo funciona la relación con el sistema de los medios de comunicación (no sólo los medios católicos)? ¿Quién habla en nombre de la comunidad cristiana y cómo es elegido?
El tercer ámbito de reflexión sinodal propuesto por el Documento Preparatorio del Sínodo se denomina «tomar la palabra». El Sínodo representa una oportunidad para todos los cristianos para que expresen su visión sobre la participación en la Iglesia y sobre la misión evangelizadora. Por eso, conviene pensar también nuestra forma de tomar la palabra en la comunidad.
Al revisar este aspecto, tenemos que preguntarnos cómo se promueve entre nosotros un estilo de comunicación auténtica y si en la Iglesia hay espacios en los que podemos compartir la experiencia creyente. La comunicación es una de las experiencias que más sostienen la vivencia de la fe: oír a los demás puede iluminar nuestra propia situación, y ofrecer nuestra visión puede ratificar y animar a su vez la fe de los demás.
Con frecuencia, esta comunicación nos resulta difícil. Y es verdad que no siempre nos es posible compartir abiertamente nuestra experiencia de una forma pública. Pero necesitamos algunos espacios (pequeños grupos, equipos de revisión de vida, etc.), en los que esta comunicación se realice con confianza.
Con respecto a esta comunicación, el papa Francisco ha hablado en la exhortación Gaudete et exultate de parresia, término que también aparece en este párrafo del Documento Preparatorio. Esta palabra significa audacia, empuje evangelizador, fervor apostólico. Es una actitud de entusiasmo y coraje, que nos concede el Espíritu Santo como un don. Implica hablar con libertad y significa también tener impulso por la misión, sin temor.
Es verdad que muchas veces nos vemos frágiles e incapaces de hablar, incluso entre nosotros. Pero por eso nos recuerda el Papa: «Reconozcamos nuestra fragilidad pero dejemos que Jesús la tome con sus manos y nos lance a la misión. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes» (GE 131).
La parresia significa también novedad. En este sentido, lo contrario de la parresia es la costumbre y la inercia, que nos lleva a refugiarnos en lo que el papa Francisco denomina «pequeños territorios» que nos resultan conocidos y manejables (individualismo, espiritualismo, instalación, nostalgia…).
No hay evangelización sin comunicación apasionada de la fe a los demás. Dentro de la Iglesia, pero también en la sociedad. Por eso se nos pide evaluar nuestra presencia en los medios de comunicación para ver si el mensaje del evangelio llega a toda la sociedad.
Por Juan Serna Cruz