Este dos de marzo, el obispo presidió en la catedral la misa con la imposición de la ceniza, comenzando el tiempo cuaresmal en el que la Iglesia nos invita a la oración, a la limosna y al ayuno.
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El Seminario Mayor acompañó con los cantos la celebración, en la que concelebraron varios sacerdotes, del cabildo de la catedral y del propio seminario.
«Convertíos a mí de todo corazón, rasgad los corazones, no las vestiduras, convertíos al Señor porque es compasivo y misericordioso. Este es el anuncio principal que vamos a escuchar en muchas ocasiones en este tiempo de Cuaresma que inauguramos», comenzó diciendo don Gerardo Melgar a la comunidad. En este sentido continuado de conversión, animó a todos a vivir desde el bien: «Hoy decimos que queremos iniciar, por medio de este signo, la conversión, viviendo desde el bien. […] Al recibir en esta celebración la ceniza sobre las cabezas, estamos manifestando claramente que estamos dispuestos a convertir nuestra vida de acuerdo con lo que Dios nos pide».
«Nuestra limosna tiene que ser espléndida a todos los niveles, no solamente a nivel físico, que también, sino a nivel de aquellas necesidades que veamos en los demás»
En esta tarea de conversión, don Gerardo explicó cómo la «Iglesia, que es madre y está pendiente de nosotros, pone este tiempo de Cuaresma como un tiempo especialmente importante para lograr una conversión auténtica del corazón, un volvernos a Dios para escucharle, para que sepamos y podamos ser testigos de su verdad, de su amor y de su evangelio».
En este sentido, hizo una llamada a la caridad, para «que no nos cansemos de vivirla», haciendo a todos conscientes de que «hay personas que nos están necesitando y, por lo tanto, nuestra limosna tiene que ser espléndida a todos los niveles, no solamente a nivel físico, que también, sino a nivel de aquellas necesidades que veamos en los demás. […] Que tratemos de ponernos del lado del que nos necesita», dijo.
Además, en un tiempo eminentemente penitencial, el obispo indicó que el Señor nos pide «que estemos prontos para practicar el perdón que nos ofrece el Señor por medio del sacramento de la penitencia. Quien caiga, que tienda la mano a Dios Padre porque sabe que siempre la mano de Dios la va a encontrar extendida también para coger la suya».
Después de la homilía, don Gerardo impuso la ceniza a los fieles. Este rito, con las palabras «conviértete y cree en el evangelio», es una llamada a la fe y al encuentro con el Señor al comienzo de la Cuaresma.