Sor Elizabeth es la madre superiora de la comunidad de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Tomelloso, donde las religiosas acompañan a los ancianos en la residencia San Víctor desde el siglo XIX. Nos habla de su consagración, que pasa por el cuidado de los ancianos, recordando la importancia de acompañarlos en momentos tan difíciles como la pandemia, sabiendo que «cuidar los cuerpos para salvar las almas».
Somos personas que hemos experimentado en nuestra vidas lo bueno que es Dios, su infinita misericordia, su amor personal por cada una de nosotras, hemos descubierto que solo «Él» es capaz de llenar nuestro corazón del verdadero amor y felicidad. No nos queremos guardar este tesoro, desearíamos compartirlo con cada persona que encontremos en nuestro camino, para que ellos también descubran donde está la verdadera «felicidad». Existen varios carismas por medio de los cuales las personas consagradas queremos hacer llegar este mensaje de la buena noticia del Evangelio.
Nuestra consagración la vivimos sirviendo a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, como son nuestros mayores
Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados consagramos nuestras vidas a Dios viviendo en comunidad, haciendo realidad las palabras del Evangelio: «Donde dos o tres están reunidos, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). Pertenecemos a diversas culturas y edades, pero tenemos un mismo ideal, somos una congregación de vida contemplativa y activa teniendo como centro de nuestra vida la eucaristía y la oración, fuentes de donde alimentamos la vida interior.
Nuestra consagración la vivimos sirviendo a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, como son nuestros mayores, «cuidar los cuerpos para salvar las almas» es un pensamiento de nuestra madre fundadora santa Teresa Jornet. Queremos ser ese bastón de apoyo para continuar su camino hacia la eternidad, con gestos sencillos pero concretos, una sonrisa, una palabra de ánimo, un ¿qué tal se encuentra?, o sencillamente el estar al lado de un enfermo moribundo. Intentamos que ellos no se encuentren nunca solos, creando un auténtico clima de hogar, muy necesario en este tiempo de pandemia donde se han suspendido las visitas y las salidas de la residencia. El no poder ver a los suyos es un auténtico sacrificio, allí es donde queremos hacer presente a Dios, que descubran que Él no les abandona, que siempre está a su lado.
Por Sor Elizabeth Chafuelán Tarambis, hermanita de los ancianos desamparados