Caminando juntos

Hoy, 2 de febrero, celebramos la XXVI Jornada de la Vida Consagrada. Jaime Aceña, misionero claretiano, nos escribe sobre esta jornada y el lema elegido para este año: Caminando juntos.

El cartel de esta Jornada presenta la identidad de la vida consagrada en la Iglesia. La eucaristía, en el centro, congrega en Iglesia a los bautizados; los religiosos y las religiosas nacemos a la fe en la entraña de la Iglesia, en las pilas bautismales de nuestras parroquias; nuestros padres culminaron nuestra iniciación cristiana haciéndonos partícipes de la eucaristía; el Señor, pan de vida, nos urge a dar de comer a tantos hambrientos de pan y de Esperanza, «dadles vosotros de comer» (Mc 6, 37).

Las personas consagradas queremos responder a esta llamada urgente del Señor haciendo del bautismo nuestra profesión: la obediencia evangélica nos lleva a confiar en el proyecto del Padre haciendo de su voluntad nuestro alimento, a ejemplo de Jesús; la pobreza evangélica nos compromete a entregar a nuestros prójimos lo que somos y tenemos como personas y congregaciones, hemos encontrado el tesoro del Reino de Dios por el que merece la pena dejarlo todo y repartirlo entre nuestros hermanos; la castidad evangélica expresa nuestro amor exclusivo a Jesucristo y en Él a todas las personas como hermanas, como hermanos. Es el ideal evangélico que nos desborda; profesamos porque sabemos bien de quién nos hemos fiado: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano» (salmo 15).

Si os fijáis bien en el cartel, están recogidos los dones y el aliento del Espíritu Santo en los monasterios y comunidades de vida consagrada: la cruz que integra el amor a Dios (palo vertical) y el amor al prójimo (palo horizontal); la oración-adoración en la eucaristía con el Pueblo de Dios que nos arropa y nos envía; la alegría que se vive en fraternidad consagrada, el servicio a los empobrecidos en los que el Señor nos aguarda completando su presencia eucarística, «caminamos juntos», nos llamáis religiosos, religiosas, monjes, monjas…pero somos discípulos de Jesús con vosotros en la enseñanza, con los enfermos, en la pastoral evangelizadora de las parroquias, en la acogida a todos los golpeados por la vida, en la liberación de la «trata» y explotación de las personas. Alentados por la presencia maternal de la Virgen María, vuestras hermanas y hermanos consagrados agradecemos vuestra fe compartida, vuestra oración y compañía.


Por Jaime Aceña Cuadrado