Juan Serna, encargado de la fase diocesana del Sínodo, comenta los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos.
El Obispo de Roma, en cuanto principio y fundamento de la unidad de la Iglesia, pide a todos los Obispos y a todas las Iglesias particulares, en las cuales y a partir de las cuales existe la Iglesia católica, una y única (cf. LG 23), que entren con confianza y audacia en el camino de la sinodalidad. En este «caminar juntos», pedimos al Espíritu que nos ayude a descubrir cómo la comunión, que compone en la unidad la variedad de los dones, de los carismas y de los ministerios, es para la misión: una Iglesia sinodal es una Iglesia «en salida», una Iglesia misionera, «con las puertas abiertas» (EG 46). Esto incluye la llamada a profundizar las relaciones con las otras Iglesias y comunidades cristianas, con las que estamos unidos por el único Bautismo. La perspectiva del «caminar juntos», además, es todavía más amplia, y abraza a toda la humanidad, con que compartimos «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias» (GS 1). Una Iglesia sinodal es un signo profético sobre todo para una comunidad de las naciones incapaz de proponer un proyecto compartido, a través del cual conseguir el bien de todos: practicar la sinodalidad es hoy para la Iglesia el modo más evidente de ser «sacramento universal de salvación» (LG 48), «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1).
El párrafo 15 del Documento Preparatorio del Sínodo contiene varias afirmaciones importantes. La primera de ellas es que es deseo del Papa que los cristianos de la Iglesia universal participemos en el Sínodo. La misión del Papa es conservar la unidad de la Iglesia, y por esta razón pide a todas las Iglesias diocesanas un esfuerzo de unidad, que se traduce en la participación. La Iglesia es al mismo tiempo universal y particular: es la Iglesia de todo el mundo, y es la Iglesia de cada rincón del mundo. En cada Diócesis, la Iglesia reviste un rostro distinto, permaneciendo como única Iglesia de Jesús. Por eso se recuerda la afirmación del número 23 de Lumen Gentium, la constitución del concilio Vaticano II sobre la Iglesia: la única Iglesia existe en las Iglesias diocesanas y a partir de ellas. Por eso, lo que preocupa a la Iglesia universal tiene que ser también preocupación de cada una de las Iglesias particulares.
El centro de la Iglesia es siempre la evangelización, la comunicación del evangelio de Cristo
En este párrafo del Documento Preparatorio se dice, en segundo lugar, que la comunión de la Iglesia se orienta a la misión. El Sínodo es una llamada a redescubrir que la Iglesia es comunión: todos los cristianos en comunión en su propia Iglesia, todas las Iglesias en comunión con la Iglesia de Roma. La comunión es la clave del Sínodo. Pero el objetivo no es la comunión en sí misma, sino la misión: unidos, para que el mundo crea. La Iglesia no se convierte en centro de sí misma. El centro de la Iglesia es siempre la evangelización, la comunicación del evangelio de Cristo.
Finalmente, en este párrafo se alude también a la llamada de la Iglesia a buscar la unidad, por una parte, con todos los cristianos no católicos, con quienes compartimos el mismo bautismo, y, por otra parte, con toda la humanidad. El concilio Vaticano II proclamó que la Iglesia se siente solidaria del gozo y la esperanza, de la tristeza y la angustia de todos los hombres. El Sínodo, en cuanto camino de comunión, es un signo para el mundo: es posible la unidad. De este modo, la Iglesia quiere ser fiel a su identidad de ser sacramento, esto es, signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.