Continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos. En este artículo, el párrafo noveno del documento.
La sinodalidad representa el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra. La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir. Al mismo tiempo, la opción de «caminar juntos» es un signo profético para una familia humana que tiene necesidad de un proyecto compartido, capaz de conseguir el bien de todos. Una Iglesia capaz de comunión y de fraternidad, de participación y de subsidiariedad, en la fidelidad a lo que anuncia, podrá situarse al lado de los pobres y de los últimos y prestarles la propia voz. Para «caminar juntos» es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal, entrando con audacia y libertad de corazón en un proceso de conversión sin el cual no será posible la «perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad» (UR, n. 6).
Un permanente impulso de renovación anima continuamente a la Iglesia, que está de algún modo siempre reformándose. Ahora bien, la reforma en la Iglesia no es la mera adaptación a determinadas situaciones, sino una mayor fidelidad a la Palabra de Dios y una confianza más firme en el Espíritu Santo.
Por eso, el Sínodo, en cuanto camino comunitario de escucha al Espíritu Santo y de discernimiento común sobre la misión de la Iglesia, es un camino adecuado para realizar esta renovación eclesial y para avanzar propuestas de futuro esperanzadoras. El Sínodo es una propuesta de renovación de la Iglesia mediante un proceso de escucha y diálogo entre los cristianos, que realizan un discernimiento comunitario.
Una Iglesia que renueva su vida buscando una mayor fidelidad al envío misionero recibido del Señor será al mismo tiempo una señal para el mundo. Si la humanidad necesita hoy encontrar caminos de unidad y compartir proyectos de solidaridad, la renovación sinodal de la Iglesia mediante la participación de todos los cristianos en la comunión eclesial es también un verdadero signo profético de aliento y de renovación de la vida humana.
Una Iglesia que se renueva, en la que se revitaliza la comunión y la fraternidad, es además una Iglesia sensible a las necesidades de la humanidad y solidaria con los más desfavorecidos. En este camino sinodal se invocan los principios de la participación y la subsidiariedad. El primero propone la necesidad de incluir a todos; el segundo implica reconocer que cada uno haga su parte, sin que nadie suplante a los demás.
Finalmente, el camino de renovación de la Iglesia solo es posible si los cristianos convertimos nuestro interior, si transformamos nuestro corazón, dejándonos educar por el Espíritu Santo. Por eso se presenta el Sínodo como verdadero camino de renovación eclesial.
Por Juan Serna Cruz