Iglesia y Sínodo son sinónimos

Continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos. En este artículo, los párrafos décimo y décimo primero del documento.

Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo», que es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la Revelación. Es el Señor Jesús que se presenta a sí mismo como «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), y los cristianos, sus seguidores, en su origen fueron llamados «los discípulos del camino» (cf. Hch 9,2; 19,9.23; 22,4; 24,14.22). La sinodalidad, en esta perspectiva, es mucho más que la celebración de encuentros eclesiales y asambleas de obispos, o una cuestión de simple administración interna en la Iglesia; la sinodalidad indica la específica forma de vivir y obrar de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora. Se entrelazan así aquellos elementos que el título del Sínodo propone como ejes principales de una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión.

En el primer milenio «caminar juntos», es decir, practicar la sinodalidad, fue el modo de proceder habitual de la Iglesia entendida como «un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». […] Es en este horizonte eclesial, inspirado en el principio de la participación de todos en la vida eclesial, donde San Juan Criso´stomo podrá decir: «Iglesia y Sínodo son sinónimos».

Estos párrafos del Documento preparatorio del Sínodo aluden al significado profundo de la palabra «Sínodo» y al mismo tiempo nos presentan la estrecha relación que se establece entre el Sínodo y la esencia de la Iglesia. La palabra «Sínodo», como ya sabemos, significa «camino común». Al hablar de «camino», los cristianos recordamos inmediatamente que el Señor se presentó a sí mismo como «Camino, Verdad y Vida», y que a los cristianos se les conocía al principio como «seguidores del camino» (así lo dice el libro de los Hechos de los Apóstoles).

Por tanto, el Sínodo viene a poner de manifiesto la realidad más profunda de la Iglesia: se trata de la comunión con Cristo, unidad que se muestra en la reunión de la asamblea de la Iglesia y en la participación de todos en la misión evangelizadora. No hay que olvidar que estas tres acciones son el lema de este Sínodo: comunión, participación y misión. Para que la misión evangelizadora sea posible, necesitamos revitalizar la comunión que nos define; y para eso debemos reavivar nuestra participación en la Iglesia.

El Sínodo no es solo la celebración de una asamblea (ya sea de una Iglesia particular, ya sea de los obispos en cuanto pastores de la Iglesia). Es la misma forma de vivir y de obrar de la Iglesia. La sinodalidad (caminar juntos) es consecuencia de la comunión (estar unidos), y ambas dimensiones muestran que la Iglesia participa de la comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por eso, en el Documento se recuerdan estas palabras de san Juan Crisóstomo: «Iglesia y Sínodo son sinónimos». La asamblea de los cristianos no puede ser otra cosa que un pueblo que camina unido.

La celebración de este Sínodo, especialmente en la fase diocesana en la que estamos, pretende que en la Iglesia se haga procedimiento habitual aquello que la define en su misterio: que la comunión que es la Iglesia se haga visible en la participación de todos los cristianos en la oración, el discernimiento, la reflexión y el avanzar juntos por el camino.
 

Por Juan Serna Cruz