Francisco José García-Casarrubios es de Campo de Criptana. Tiene 32 años y antes de entrar al Seminario estudió Filología Hispánica. El 2 de octubre fue ordenado sacerdote en la catedral de Ciudad Real.
No sé si seré capaz de transmitir cómo me siento ahora ante este regalo que el Señor me ha hecho, pero lo que sí puedo decir es que todo lo resumiría con una palabra: gracias. Gracias a Dios por la vocación que me ha regalado; gracias a la Iglesia por su aliento y compañía en este camino de entrega; gracias a mi familia y a tantas personas como el Señor ha cruzado en mi camino y que, sin duda, han servido de faro en la ruta que Dios había soñado para mí.
Siempre que he contado en estos años mi testimonio vocacional comienzo diciendo que mi vida es la sencilla historia de un joven que desde que tiene conciencia siempre se ha sentido querido y acompañado por el Señor. Él, en más de una ocasión, se ha hecho presente en mi vida, pero, por circunstancias, no siempre lo atendí y al final retrasé mi respuesta. No afronté la vocación a la que me llamaba en varias ocasiones hasta que, finalmente, pasados los años, le dije que sí (el Señor y no nosotros medimos los tiempos… Él sabe el porqué de todo).
Mi vida es la sencilla historia de un joven que desde que tiene conciencia siempre se ha sentido querido y acompañado por el Señor
Y… ¿cómo se ha hecho Dios presente en mi vida? Pues en primer lugar a través de mi familia: tengo la suerte de que el Señor me regalara unos padres que desde siempre se preocuparon por la formación, tanto de la mía como de la de mis hermanos, en todos los aspectos (incluida la dimensión religiosa). Esto hizo que desde niño acudiera a las catequesis en mi parroquia y que, con el paso de los años, poco a poco fuese incorporándome más activamente en las diferentes actividades parroquiales, como catequista, en las cofradías o en la pastoral del colegio de Dominicas que hay en Criptana.
A pesar de ello (y de que la vocación sacerdotal ya había prendido en mí) me marché a estudiar a la Universidad pensando que Dios se olvidaría de mí. En esos años es donde la mano del Señor se volvió a hacer presente a través de amigos, sacerdotes o religiosas que nunca dejaron que se apagara del todo en mí esta inquietud. Momentos importantes fueron la peregrinación a Santiago en 2010 o la JMJ de 2011 en Madrid con el Papa.
Todo ello hizo que, junto al consejo de un buen sacerdote amigo, ingresara en el Seminario en 2013, lugar en el que descubrí plenamente que el Señor me había llamado para que le entregara mi vida en el sacerdocio.
Francisco José García-Casarrubios Poveda