Martín Tébar y Pilar Hernando son los padres de Martín, de 25 años y de José Ángel, de 20. Los dos han pasado por el Seminario, el más pequeño lo dejó hace tiempo y Martín, que entró en 2015, actualmente está en 5.º de Teología. La familia pertenece a la parroquia de La Asunción de Manzanares. Hablamos con ellos ahora que celebramos el Día del Seminario.
¿Cómo recibisteis la noticia de que Martín quería ir al Seminario? ¿Qué os pareció a vosotros y vuestro entorno?
Lo primero de todo, daros las gracias por elegirnos para que, a través de estas líneas, podamos llegar a tantas personas y familias de nuestra diócesis con nuestro testimonio de familia cristiana con dos hijos que, con la gracia que Dios, han sabido escuchar su llamada y han decidido seguirle cada uno desde su vocación.
«La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37). ¡Con la de veces que hemos oído este pasaje del Evangelio y hemos rezado por las vocaciones en la Iglesia y nunca sospechamos que nuestro hijo pudiera ser elegido!
Cuando vosotros erais pequeños os educábamos y dirigíamos en la fe, pero ahora aprendemos de vosotros
Nos preguntas que cómo recibimos la noticia en casa….pues te diré que, primero, nos sorprendió, pues por aquel entonces Martin estaba terminando sus estudios de informática y tenía expectativas de un puesto de trabajo en una renombrada empresa del sector.
Mucha gente de nuestro alrededor se extrañaba de esta decisión y no comprendían como un chico con ese porvenir hubiera tomado la decisión de dejar todo para marcharse al seminario. Hasta yo [dice Pilar], ese verano ejercí de «abogada del diablo», haciendo de «mala» dentro de casa, poniéndole pegas y trabas, presentando argumentos para que Martín recapacitara y desechara la idea de su ingreso, pero de nada sirvió. Al contrario, él se afianzo aún más en su decisión y es que ¡con Dios no hay quien pueda!
Hoy podemos decir, con la cabeza bien alta, que nuestro hijo está donde tiene que estar. Salió de casa para irse a otra mayor, y es que el Seminario es también su hogar, pero ¡con familia numerosa!
Hemos hablado con Martín, que les hace una pregunta a sus padres: ¿Qué ha supuesto esto para vuestra fe?
Cuando vosotros erais pequeños os educábamos y dirigíamos en la fe, dentro de nuestros conocimientos, pero ahora aprendemos de vosotros. Hemos cambiado los papeles y nos sentimos dichosos por ello.
Las familias, me atrevería a decir, ganan con la vocación de los hijos, pues hay un mayor acercamiento a la Iglesia por querer compartir todas sus cosas. Esto es lo que nos ha pasado a nosotros.
Por último, quizá está leyendo esta entrevista alguien que no se haya preguntado por su vocación, quizá la estén leyendo unos padres, ¿qué les diríais?
Pues a esos padres que puedan estar inseguros sobre cómo responder al interés de su hijo por entrar al Seminario, nosotros les diríamos desde estas líneas que confíen en el Señor, Él los guiará y los preparará para seguir esa llamada.
No olvidemos nunca que Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos. Si no se les da esa oportunidad a los jóvenes nunca sabrán si están equivocados o si ese es el plan que Dios tiene para sus vidas.
Los chicos en el Seminario, además de crecer físicamente, reciben una extraordinaria formación humana y espiritual, además de una muy buena preparación académica. Sea dentro o fuera, les servirá para toda su vida.
Y, sobre todo, la mejor garantía de éxito es recurrir a nuestra madre la Virgen María que, con total confianza, nos dice como aquel día: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5).