Como cada año, este 6 de enero celebramos la Epifanía del Señor, una fiesta en la que recordamos tres manifestaciones de Cristo:
- En Belén, Jesús niño al ser adorado por los magos. Este es el Evangelio que se proclama, anunciado en la profecía de Isaías que escuchamos en la primera lectura de la misa.
- En el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y llamado hijo por Dios Padre.
- En Caná de Galilea, donde Jesús manifestó su gloria transformando el agua en vino.
Aunque hoy hablamos de estas tres manifestaciones de Dios, en nuestra mente siempre está la adoración de los magos, no solo por el Evangelio que se proclama, sino por la importancia cultural e histórica de esta fiesta en relación a la adoración.
De estos tres momentos, la adoración nos implica de manera especial, invitándonos a adorar al niño, débil en el pesebre; Dios mismo siendo hombre. La escena nos busca porque, ante la adoración de otros a Dios, hay una llamada a adorar también nosotros, a acercarnos a la tierra sagrada.