El pasado 3 de noviembre, el arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, presidió una misa funeral en la Catedral de Madrid por el obispo Antonio Algora.
Junto a Carlos Osoro, concelebró una treintena de sacerdotes, entre los que estaban el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, y los cuatro obispos auxiliares de Madrid. En la celebración participaron varios familiares de don Antonio.
«El sacerdote que le daba la unción, cuando estaban rezando el padrenuestro los dos, antes de dormirle, cuenta que cuando pronunció “perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, se le caían las lágrimas. Sabía que el Señor lo cuidaba, que con Él nada le faltaba, que a través de su vida le había hecho y conducido a través de sus trabajos y ministerios»
«El Señor es mi pastor, nada me falta» fue la estrofa del salmo a la que aludió al comienzo de la homilía monseñor Osoro: «Con esta conciencia vivía y moría don Antonio Algora», dijo el arzobispo, narrando el momento en el que se le administró la unción de enfermos a don Antonio: «El sacerdote que le daba la unción, cuando estaban rezando el padrenuestro los dos, antes de dormirle, cuenta que cuando pronunció “perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, se le caían las lágrimas. Sabía que el Señor lo cuidaba, que con Él nada le faltaba, que a través de su vida le había hecho y conducido a través de sus trabajos y ministerios».
Mons. Carlos Osoro habló de Mons. Algora como un hombre justo en el sentido bíblico, viviendo «ante el Señor, desde el Señor, por el Señor», siempre «de cara a Dios».
Continuó el arzobispo de Madrid hablando de la personalidad de don Antonio, de su trato cordial y cercano, definiéndolo como «un pastor de verdad que acompañó en todas las circunstancias a su pueblo. […] Fue un pastor en Madrid, un pastor en Teruel y un pastor en Ciudad Real». Al explicar sus encuentros y conversaciones con don Antonio, contó como siempre le confrontaba con Dios, «porque lo vivía desde lo más profundo».
«Un amigo de los hombres, con una especial sensibilidad por los trabajadores. Era un gran defensor y el gran relator de la dignidad del trabajador y de la necesidad de luchar por esa dignidad del mundo del trabajo. Nunca lo olvidó»
En tercer lugar, lo definió como «un amigo de los hombres, con una especial sensibilidad por los trabajadores. Era un gran defensor y el gran relator de la dignidad del trabajador y de la necesidad de luchar por esa dignidad del mundo del trabajo. Nunca lo olvidó».
Para finalizar, puso a don Antonio, junto a toda la comunidad, en manos de Dios, describiéndolo como una persona con una especial sensibilidad para captar las necesidades de los demás: «A este hombre ponemos en manos de Dios, […] que don Antonio encuentre en el resucitado esa luz que siempre quiso entregar a los hombres mientras estuvo con nosotros». Concluyó pidiendo al Señor que lo acoja en su Reino: «Le pedimos al Señor: acoge en tu Reino, Señor, a quien quiso ser fiel a ti, al obispo Antonio Algora. Amén».
Muerte y exequias de don Antonio Algora
Don Antonio Algora, obispo emérito de Ciudad Real, falleció el pasado 15 de octubre a causa de un fallo multiorgánico producido por la COVID-19, tras pasar semanas con cuidados intensivos en el hospital de La Paz de Madrid.
Su entierro tuvo lugar en la Catedral de Ciudad Real el 17 de octubre, en una misa presidida por el obispo de Ciudad Real, don Gerardo Melgar, y a la que asistió, entre otros obispos, don Carlos Osoro.
El cuerpo de don Antonio Algora descansa ya en la vía sacra del templo ciudadrealeño, justo detrás del sepulcro de su antecesor, el obispo Rafael Torija.
Retransmisión de la misa funeral