El pasado 24 de septiembre se celebró la festividad de La Merced. Por este motivo, nos acercamos a la Pastoral Penitenciaria en nuestra Iglesia, una actividad de escucha y acompañamiento. «Estuve en la cárcel y vinisteis a verme» es una de las obras de misericordia, palabras de Jesús que se cumplen hoy en nuestra Iglesia gracias a la Delegación de Pastoral Penitenciaria. Hablamos con el delegado diocesano, Ambrosio León Herráez, párroco de San Juan Bautista en Alcázar de San Juan, capellán de las Concepcionistas de esta localidad, del Hospital Mancha Centro y de la prisión.
La primera pregunta es sobre la pandemia. ¿Cómo se están viviendo sus consecuencias en las prisiones?
Como no puede ser de otra manera, esta pandemia de la COVID-19 ha afectado al normal funcionamiento de las prisiones. Durante el estado de alarma se suspendieron los permisos y las visitas de familiares. Ellos han tenido contacto con sus familias a traves de las comunicaciones telefónicas desde dentro de la prisión. Durante este tiempo, se les ha permitido tener una comunicación más continuada que habitualmente. Luego, a lo largo de los meses de desescalada, la «nueva normalidad» les ha permitido salir de permiso y las visitas por cristales con los familiares, poniendo mucho énfasis en la seguridad de todos como marcan las autoridades sanitarias.
¿Cómo se trabaja actualmente en la Pastoral Penitenciaria de Ciudad Real?
La Delegación de Pastoral Penitenciaria tiene un equipo formado por los capellanes y voluntarios de las prisiones de la diócesis, que organizan las distintas actividades durante el año. Por otro lado, los capellanes coordinan a los voluntarios de ambas prisiones y organizan las distintas actividades que desarrollamos con ellos. Al comienzo del Estado de Alarma se suspendieron todas las actividades. Actualmente, vamos incorporándonos, sobre todo los capellanes para la celebración de la eucaristía dentro de prisión, con aforo limitado.
¿Quiénes son los voluntarios? ¿Cuántos tenemos en la provincia?
Actualmente son veinte los voluntarios que desarrollan su labor en el Centro Penitenciario de Herrera de la Mancha (unos con una presencia más contiuada, semanal; otros con una presencia más ocasional), y trece voluntarios en el Centro Penitenciario de Alcazar de San Juan.
Los voluntarios son cristianos de nuestras comunidades parroquiales que desarrollan ante todo una labor de acompañamiento y escucha de las personas privadas de libertad. Ellos mismos tienen la experiencia de recibir mucho más que lo que dan.
En los últimos años se ha querido ahondar en el trabajo con las familias, ¿cómo se está trabajando en la actualidad esta realidad?
El contacto con la familia es muy importantre en esta pastoral. Muchas veces somos «puentes» de comunicación entre las familias y la institución. Igual que el preso necesita ser escuchado y acompañado, también lo necesita la familia. Durante el Estado de Alarma hemos podido intensificar el contacto con familias de presos y hemos estado acompañándolas en esos momentos tan difíciles para ellos como es no poder ir a verlos. Se trata de un acompañamiento callado y consolador.
¿Puede transmitirnos alguna historia que le haya ocurrido y que resuma bien el trabajo de la pastoral penitenciaria?
Durante el Estado de Alarma, cuando no podíamos visitarlos ni celebrar la eucaristía con ellos, hemos visto en ellos una sed de Dios. Nos han dicho que nos han echado de menos, sobre todo el hecho de no poder participar en la eucaristía (curiosamente lo mismo que nos han echado de menos y, sobre todo, la celebración de la eucaristía, tantos parroquianos nuestros). Es aquí donde vemos cómo Dios también trabaja el corazón de estas personas y cómo es Él el que les despierta esa busqueda de sentido en esos momentos que viven privados de libertad.