Ayer se celebró la imposición de la ceniza en todas las iglesias, comenzando la Cuaresma que nos llevará hasta la Pascua del año 2020.
En la Catedral, el obispo, don Gerardo Melgar, presidió la misa llamando a los fieles a vivir la Cuaresma como camino de conversión, dejando atrás lo antiguo, lo que nos impide seguir al Señor.
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El obispo insistió en que todos trascendamos el signo de la ceniza, dándole su verdadero significado existencial, «dando muerte a todo aquello que huela a pecado a separación de Dios o de los hermanos» para resucitar con Cristo. «Esta Cuaresma pide de nosotros que desechemos cuanto haya de barro de este mundo que se nos ha quedado pegado a nuestros pies y que dificulta nuestro encuentro con el Señor y con la salvación que Él nos ofrece», dijo don Gerardo. En el mismo sentido recordó cómo se busca la felicidad prescindiendo de Dios, fuera de lo divino, poniendo la confianza en lo material y en aquello carente de carácter eterno. Solo las cosas trascendentes, aquello que nos lleva a lo más alto, a lo eterno, es camino verdadero. A esto se refiere el signo de la ceniza.
«Esta Cuaresma pide de nosotros que desechemos cuanto haya de barro de este mundo que se nos ha quedado pegado a nuestros pies y que dificulta nuestro encuentro con el Señor y con la salvación que Él nos ofrece»
«La Cuaresma —continuó el obispo— es un tiempo especial de gracia en el que recibimos de parte de Dios la llamada a la conversión». La Iglesia ofrece numerosas ayudas en estos cuarenta días para hacer «un cambio de vida, de mentalidad», repensar la existencia y, de nuevo, iniciar un camino que nos lleve a lo definitivo. Con la ceniza, explicó, «manifestamos ante la comunidad cristiana que estamos dispuestos a emprender ese camino de abandono de nuestras equivocaciones y pecados, de abandono de nuestras actitudes ajenas al pensar de Dios para comenzar a caminar» por la senda que Dios quiere.
Después de la homilía se impuso la ceniza a todos los fieles presentes en la Catedral, mientras cada uno de ellos escuchaba: «Convertíos y creed en el Evangelio». Un momento significativo para animar a cada uno, personalmente, a cambiar de actitudes y abrirse a la conversión.
Oración, ayuno y limosna
La tradición de la Iglesia nos ofrece estos tres elementos que, pedagógicamente, nos ayudan en nuestro camino de conversión hacia la Pascua.
Con el
ayuno educamos nuestro cuerpo, pudiendo elevar el espíritu si realmente lo vivimos como acercamiento a Dios, como entrega de lo que poseemos y de libertad, sin atarnos a las pasiones de este mundo.
Con la
limosna nos desprendemos de lo que, incluso con nuestro esfuerzo, logramos, porque de este modo vivimos nuestra relación con las cosas con la indiferencia que nos da la libertad. De aquí, cada vez somos más libres y fijamos la mirada en lo definitivo.
La
oración, al igual que los dos elementos anteriores, se realiza todo el año; pero la Cuaresma vuelve a recordarnos la necesidad de rezar, de entrar en relación personal con Dios. SI vivimos todos los signos externos que nos ofrece la Iglesia en Cuaresma sin relación con Dios, todo el trabajo será en vano y estaremos repitiendo costumbres que no nos cambiarán nada.