Es una gran alegría que el edificio del Seminario sea, cada día de forma más explícita, un lugar para todos los creyentes de nuestra diócesis: formación, oración, encuentros… Gracias a la presencia de tantos creyentes, no solo son enriquecidos aquellos que se encuentran en las galerías, las salas y las capillas del Seminario: es el mismo Seminario quien sale enriquecido con nuestra presencia, se llena de Iglesia y de comunión, de huellas de fe y de sed de oración y misión.
Tenemos una pequeña joya teñida de rojo que nos han regalado nuestros hermanos del pasado: la cuidamos y la enriquecemos con nuestro paso.
Pero es muy importante explicitar que el edificio del Seminario custodia una joya aún mayor: los seminaristas, las vocaciones en camino de nuestros futuros sacerdotes. Los creyentes que pasan por el Seminario-edificio están llamados a amar, cada vez más, al Seminario-institución. Necesitamos a Cristo, no podemos vivir sin Eucaristía: por eso tenemos Seminario, para sembrar futuro eclesial y crecer en la misión, con pastores que acompañen y sostengan nuestra tarea de discípulos-misioneros del Señor.
El Seminario es misión de todos: que no haya ningún creyente que deje de pasar por el edificio de nuestro Seminario para que se comprometa, aún más, en el amor a la vocación y en el cuidado y educación de nuestros futuros sacerdotes. «Gracias» y «bienvenidos» son las palabras que brotan desde el corazón de los que aquí vivimos para todos los hermanos de nuestra Iglesia.
Manuel Pérez Tendero es rector del Seminario. Este artículo se publicó en Con Vosotros el17 de marzo de 2019.