El seminarista Raúl López Hinarejos, natural de Valdepeñas, fue ordenado diácono el pasado sábado 16 de junio en la Catedral de Ciudad Real, en la primera ordenación que preside el obispo don Gerardo Melgar en nuestra diócesis.
La Catedral, con familiares y amigos de Raúl, se llenó para acompañar al nuevo diácono junto a la mayor parte del presbiterio. Después de las lecturas de la misa, el rector del Seminario, Manuel Pérez Tendero, presentó al candidato ante el obispo. Esta es la presentación pública, la petición de ser ordenado diácono tras haber superado la preparación. De este modo, la misma comunidad presenta al futuro diácono al obispo, pidiendo que sea ordenado.
López Hinarejos, que actualmente realiza el curso pastoral en Tomelloso, es natural de Valdepeñas, de la parroquia de La Asunción, y tiene 25 años. A los 16 entró en el Seminario de Ciudad Real para cursar primero de Bachillerato.
Durante su etapa de estudios teológicos, se preparó en la pastoral ayudando en Villamayor de Calatrava, en el Equipo Vocacional, en el Seminario Menor, en Argamasilla de Calatrava, en Membrilla y Almagro; antes de llegar a Tomelloso, donde comenzará su labor como diácono.
Las palabras del obispo
Después de ser presentado, el obispo se dirigió a todos en la homilía, expresando la alegría para la diócesis «porque uno de sus hijos es elegido para el Orden del Diaconado». Explicó la referencia que tiene que tener el nuevo diácono para siempre: «Si fijas tu mirada en Jesús como auténtico servidor encontrarás en Él siempre un espejo inspirador de tu misión, el modelo por excelencia del diaconado que hoy recibes». Y precisamente el servicio será el ejemplo de Jesús que más se debe vivir en el diaconado: «Mediante la imposición de mis manos y la oración de consagración el Señor va a enviar sobre ti su Espíritu Santo y vas a quedar configurado para siempre con Cristo siervo, que vino no «para ser servido sino para servir».
Monseñor Melgar continuó explicando el «triple ministerio» que se le encomienda al diácono: palabra, eucaristía y caridad. En cuanto a la palabra, le indicó que, para ser creíble, «has de acoger tú mismo con fe viva el Evangelio que anuncias y convertirlo en vida, que dé frutos». Sobre la eucaristía, explicó el honor que es para el diácono estar tan cerca del misterio sirviendo y ayudando. En cuando a la caridad, le explicó que se le confía este ministerio que «se encuentra en el origen de la institución de los diáconos», pero que brota de la «eucaristía, el sacramento del amor, fuente y cima de la vida de la Iglesia».
Tras explicar estos tres ministerios, dirigiéndose directamente a Raúl, el obispo le habló directamente del servicio: «Como sabes muy bien, en el servicio está tu identidad, la que asumes en esta ordenación de diácono. Eres signo de Cristo servidor en favor del pueblo cristiano. Tu servicio es misión de la Iglesia».
En cuanto al celibato, que se asume precisamente en esta celebración, don Gerardo explicó que es un estímulo de la caridad pastoral, y «fuente peculiar de fecundidad apostólica en el mundo».
Para terminar, repasó la vida y trayectoria del seminarista, subrayando todo lo que Dios ha hecho por él: «Lo que Dios va a hacer en ti es algo realmente maravilloso. […] Por eso te invito a sentirte rebosante de gozo como María de las obras grandes del poderoso». Desde este gozo, hizo una llamada vocacional a toda la comunidad, para que siga trabajando por las vocaciones «al sacerdocio, a la vida consagrada y al compromiso cristiano de la vida laical».
Para concluir, pidió a la Virgen Inmaculada por el diácono, y le confió «el Seminario, a nuestros seminaristas, la obra de las vocaciones sacerdotales y el ministerio de diácono que hoy empieza nuestro hermano Raúl».
La ordenación
Después de las palabras del obispo continuaron los ritos propios de la ordenación. En primer lugar Raúl López Hinarejos hizo la promesa para «consagrarse al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la gracia del Espíritu Santo», afirmando el deseo de desempeñar el ministerio de diácono con «humildad y amor», viviendo el misterio de la fe con alma limpia para proclamar la fe de palabra y de obra. A continuación, hizo la promesa de celibato, para toda la vida «por causa del Reino de los cielos y para servicio de Dios y de los hombres. Continuando con la promesa, el interrogatorio del obispo siguió preguntando sobre la oración y la imitación del ejemplo de Cristo.
Seguidamente, López Hinarejos, arrodillado ante don Gerardo, le prometió respeto y obediencia, concluyendo con la petición del obispo para que «Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término».
Las letanías a los santos son uno de los momentos que más quedan grabados en la memoria de quienes presencian una ordenación. Toda la asamblea se arrodilla y quien se va a ordenar se postra en el suelo mientras se pide la intercesión de los santos, rogando especialmente por el ordenando.
Al terminar esta oración, el obispo impuso sus manos sobre Raúl y dijo la plegaria de ordenación pidiendo el envío del Espíritu Santo. En este momento, Raúl ya era diácono, y fue revestido con la estola y la dalmática, las vestimentas propias de este ministerio, con la ayuda de dos sacerdotes. Después, monseñor Gerardo Melgar le entregó el Evangelio, diciendo: «Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado».
La misa, ya con la ayuda de Raúl López Hinarejos ejerciendo como diácono, continuó, con la Coral Diocesana dirigida por el sacerdote Tomás Jesús Serrano ayudando con los cantos. A la salida de la catedral, familiares y amigos esperaron al nuevo diácono para felicitarle.