El Seminario concluyó ayer su Semana Vocacional con la celebración del Rito de Admisión de dos seminaristas, el primer paso público hacia el sacerdocio.
Los seminaristas de tercer curso de Teología, Óscar Martín Biezma, de 39 años y natural de Consuegra; y Borja Moreno del Campo, natural de Ciudad Real y con 22 años, se presentaron públicamente como candidatos al sacerdocio, en una misa que presidió el obispo, monseñor Gerardo Melgar.
En su homilía, justo antes de las preguntas que el obispo hace a los candidatos, monseñor Melgar les animó a seguir por el camino emprendido, explicando que la generosidad del Señor al elegirlos, puesto que nadie es digno por sí mismo: «Todos nosotros y cuantos han sentido dentro de su corazón esta llamada de Dios nos damos cuenta de nuestra propia indignidad, de lo poco que somos frente a la grandeza de la misión a la que el Señor nos llama».
En su reflexión, el obispo explicó cómo empieza la llamada vocacional, a través de una pregunta que se va modificando con el tiempo, pero que siempre interroga sobre el plan de Dios sobre uno mismo. El Rito de Admisión, explicó don Gerardo, es una nueva llamada: «Hoy la Iglesia, por medio del ministerio del obispo, os hace una nueva llamada, admitiéndoos como candidatos a recibir a su tiempo las sagradas órdenes del diaconado y del presbiterado». Hasta que llegue ese día, continuó monseñor Melgar, «seguís necesitando del acompañamiento de los formadores, de la pastoral en las parroquias y de tantas personas y acontecimientos con los que os vais a encontrar en vuestra vida para dar vuestro sí definitivo, libre y responsable al Señor».
Después, el obispo expresó la alegría que siente la Iglesia ante este paso, junto a sus familiares y amigos, puesto que «este nuevo paso que dais hoy es esperanza de lo que como Iglesia le pedimos al Señor cada día, que no falten en ella ministros que ayuden a los demás a encontrarse con Él».
Tras las palabras del obispo se llamó a los dos candidatos que, ante la comunidad, respondieron a las preguntas. El rito se trata de un cuestionario que pregunta a los candidatos si desean seguir por el camino emprendido. Después, el obispo «acepta con alegría» el propósito de los estudiantes, que seguirán unos años discerniendo su vocación y preparándose para el ministerio.