El pasado domingo 8 de octubre, María del Castellar Guzmán se consagró en el «Ordo virginum» durante la eucaristía que presidió el obispo en la catedral.
Monseñor Melgar explicó el significado de este orden, presente ya en la Iglesia primitiva, y mediante el que hubo desde entonces «mujeres consagradas totalmente a Dios en la virginidad». En testimonio de esta forma de vida, como recordó el obispo, podemos encontrarlo en los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas de San Pablo.
Las vírgenes consagradas fueron una institución habitual en la Iglesia hasta el siglo XIV, cuando cayó en desuso, hasta que el Vaticano II recuperó el Ordo virginum. A partir de entonces, explicó monseñor Melgar, «son cada día más las mujeres que van entrando y consagrando así su virginidad».
«La virgen se desposa con Cristo y consagra a Él todo su amor», como se expresó con la entrega de la alianza por parte del obispo a María del Castellar Guzmán, uno de los momentos simbólicamente más fuertes en la celebración. No es una religiosa, puesto que no profesa los tres votos; y tampoco es «una laica en sentido estricto», sino que se consagra con un sacramental que expresa la «dedicación singular» a su nuevo esposo, Cristo.
El obispo concluyó la homilía hablando directamente a la nueva virgen consagrada, explicando a qué se compromete y expresando la gran alegría que supone este acto «para ti y todos los que te acompañamos y para la Iglesia diocesana y la Iglesia entera».
Tras las palabras del obispo, la celebración continuó con la consagración. Después de pedir la intercesión de los santos con las letanías, el obispo le entregó el anillo y el libro de oración; tras escuchar el compromiso que María del Castellar hizo públicamente, acompañada por las otras dos vírgenes consagradas de la diócesis.