El próximo sábado 5 de octubre, la catedral acogerá la ordenación como sacerdotes de los dos jóvenes de nuestra diócesis que fueron ordenados diáconos el pasado 13 de julio. Son Gabriel Rojas y Pedro Julián Delgado.
En esta entrevista hablamos con Gabriel Rojas Gutiérrez, de 26 años y natural de El Torno. Nos habla de su llamada vocacional y de los años de formación en el Seminario. Además, se refiere al sacerdocio como «instrumento de Dios» y de cómo están viviendo los días previos a la ordenación su familia y su comunidad parroquial.
Por último, el futuro sacerdote hace una llamada a los jóvenes para que no tengan miedo a responder a Dios para la misión que les pida, para que sean valientes y confíen en el Señor.
Gabriel, vas a ser ordenado como sacerdote el próximo sábado, 5 de octubre. Cuéntanos con brevedad el camino vocacional y tu trayectoria hasta la respuesta a Dios.
Esta gran aventura comienza en la familia y, sobre todo, en la parroquia, donde descubrí la figura del sacerdote y su felicidad, que me llamaba especial atención. En 2010 tuve la oportunidad de conocer el Seminario, las actividades que allí se realizaban y el ambiente de familia que se respiraba. Acabé ingresando en el Seminario menor con 12 años y desde entonces he recibido un acompañamiento que me ha ayudado a crecer personalmente y a responder interrogantes sobre mi vocación, y, sobre todo, ha sido una etapa en la que he experimentado la cercanía de Dios.
Fue a los 20 años, en un momento de oración en unos Ejercicios Espirituales, cuando descubrí que el Señor me llamaba a ser sacerdote y respondí con un sí sincero y confiado.
Aunque la llamada, la vocación, tiene unos rasgos comunes a todos los cristianos, hay algo concreto en cada uno, algo que distingue tu llamada. ¿Puedes hablarnos de ello? De lo que crees más personal, lo que caracteriza tu vocación.
Tener un corazón disponible y confiar, a pesar de los miedos y las inseguridades. Es decir, el Señor te llama a través de la oración, el seminario, la familia etc., yo he tratado de escucharle. Pero también han aparecido las dudas: ¿realmente me llama Dios? ¿Seré capaz? ¿No seré más feliz estudiando una carrera?... En esos momentos he tratado de buscar una respuesta en la oración y en las personas que Dios ha puesto en mi camino (formadores, sacerdotes, mi familia…) fiándome de sus consejos. Y ha sido una gran decisión porque siempre he recibido una palabra sincera y objetiva. Ahora sé que detrás de ellos estaba Dios acompañándome, alentándome y guiándome hacia el proyecto que tenía pensado para mí.
¿Qué es para ti ser sacerdote? ¿Qué piensas que Dios y los demás esperan de ti?
La respuesta la encuentro en 1Pe 5,2-3: «Pastoread el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño».
El sacerdote debe ser instrumento de Dios en el mundo, reflejando su amor y su misericordia para con nosotros, especialmente a través de los sacramentos, la oración, la cercanía y el servicio.
Ahora que se acerca la ordenación, tus amigos y familia hablarán sobre ello, ¿qué te dicen?
Principalmente encuentro entusiasmo, porque me preguntan por este paso que voy a dar, me animan a seguir confiando en Dios, muestran su disponibilidad, rezan por nosotros, etc. Por tanto, descubres que ellos comparten la ilusión por la ordenación sacerdotal, lo cual me lleva a dar gracias a Dios porque todo ello es un regalo.
Eres de un pueblo pequeño, de pocos habitantes, ¿cómo se está viviendo tu ordenación allí?
Es un momento significativo, entre otras cosas, porque es la primera ordenación sacerdotal en la comunidad, es por eso que se palpa la alegría, la emoción, la generosidad y el deseo de arrimar el hombro. Comparten conmigo este paso tan importante, que viven como un regalo de Dios y, sobre todo, que nos ayuda a todos a crecer en la fe.
Por último, algún joven puede estar leyendo esta entrevista y sentirse cuestionado. ¿Qué le dirías?
No tengas miedo a responder a Dios, sé valiente y confía en Él.
Y le animaría a cuidar la oración (para preguntarle a Dios qué planes tiene para su vida), a dialogar con algún sacerdote que le ayude a reflexionar sobre la voluntad de Dios y a tener una experiencia en el seminario o en un monasterio, si su vocación es religiosa. Eso le permitirá responder mejor a Dios.