Entre el 29 y el 30 de abril, sacerdotes de nuestra diócesis participaron en una convivencia en el Seminario Diocesano.
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Oración, convivencia y formación son los pilares de estas reuniones que se celebran a lo largo del curso. En esta ocasión, contaron con la ayuda del obispo de Canarias, Mons. José Mazuelos que, en la tarde de la primera jornada, trató el tema de la transexualidad, abordando la atención pastoral en este ámbito.
La mañana del segundo día se dedica siempre a la oración en estos encuentros. El retiro, dirigido también por el obispo de Canarias, trató sobre el ministerio sacerdotal.
Después del retiro, los sacerdotes participaron en la misa, que presidió el obispo de nuestra diócesis, don Gerardo Melgar. En la homilía, se dirigió a los sacerdotes hablándoles sobre la paz de Jesús, la llamada que hace a la valentía y el ánimo para vivir el ministerio sacerdotal con alegría.
«La paz que nos da el Señor es una paz que se fundamenta en la entrega de nuestra vida al ministerio. Es la paz que da el trabajo bien hecho y la misión bien cumplida. Es la paz del corazón. Esta paz que el Señor nos da se logra, no desde la cobardía, una cobardía de corazón que a veces nos impide cumplir y vivir aquello que tenemos que hacer, sino desde la valentía para anunciarlo a Él y su mensaje», dijo don Gerardo.
Respecto a la valentía, animó a los sacerdotes que vivir con arrojo «para ser testigos a pesar de que encontremos dificultades a la hora de ser portadores de su mensaje». En este sentido, Cristo pide a los sacerdotes que «no se turbe vuestro corazón ni se acobarde, que no nos acobardemos ante las dificultades que encontramos en nuestra misión».
«Es necesario que Él sea el centro de nuestra vida y que nuestro ministerio pastoral encuentre en el Señor la fuente del mismo amor»
La tercera exigencia de Jesús que explicó don Gerardo es «la alegría del Espíritu que Él nos enviará en cada momento para que nos asista y nos ayude a vivir nuestro ministerio con alegría verdadera, siendo modelos y testigos a la hora de vivir nuestra fe». Respecto a esto, el obispo advirtió que, en muchas ocasiones, «damos la impresión de que estamos viviendo nuestra vida sacerdotal, nuestra vida cristiana y nuestro ministerio como el que lleva una carga pesada que le han colgado a la espalda y la lleva como puede, resignado y con tristeza». Pero el sacerdocio no es una carga triste ni ante la que haya que resignarse, sino una misión que hay que vivir con júbilo, como «quien sabe que ha sido el Señor quien nos ha llamado, nos ha regalado el sacerdocio y nos acompaña siempre y especialmente en las dificultades que encontramos».
«Para lograrlo —continuó— es necesario que Él sea el centro de nuestra vida y que nuestro ministerio pastoral encuentre en el Señor la fuente del mismo amor».
Vivir con alegría el sacerdocio, subrayó don Gerardo, es la prueba de que el sacerdocio es «lo mejor que nos ha podido suceder en la vida y por eso lo vivimos llenos de alegría porque, a pesar de las dificultades, no nos sentimos solos ni defraudados, sino que el Señor está con nosotros, nos da fuerza y nos da la alegría que necesitamos para evangelizar».
Concluyó pidiendo que «la paz de Cristo en nosotros, la valentía para anunciar el Evangelio y la alegría para hacerlo sean lo que refleje que merece la pena ser sacerdote».
Al final de la misa, don Gerardo agradeció la presencia y ayuda de don José Mazuelos durante la convivencia sacerdotal.