Abrazar la vocación necesita de un encuentro previo, de una relación con aquel que llama. Así nos lo explica la Delegación de Vocaciones de la diócesis: «No puede existir conciencia de vocación si no hay experiencia de encuentro con Jesús».
Mucha gente cree que ser cristiano consiste solamente en sostener determinadas afirmaciones y asumir algunas actitudes y comportamientos, basados en las enseñanzas del evangelio. Todavía no se termina de asumir que ser cristiano es, ante todo y principalmente, una relación personal con Jesús. Tenemos que pensar mucho las palabras del papa Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1).
Mientras no se descubra que la vida cristiana es la amistad de Jesús y la relación con Él, la vocación se seguirá entendiendo solamente como una opción por una forma de vida, en la que intervienen varios factores (el prestigio, el beneficio, las emociones…). Ahora bien, cuando se descubre la iniciativa de Jesús en la propia vida, que Él nos busca para salvarnos y para completar nuestro ser, para multiplicar nuestras capacidades humanas y para introducirnos en la comunidad de los hijos de Dios, entonces la vocación se comprende como la necesidad de responder con la mayor generosidad posible a tanto bien recibido.
«La amistad de Jesús despierta en cada uno la mejor manera de responder, de manera que la propuesta de Jesús despliega las mejores posibilidades de cada uno»
Dicho de otro modo, no puede existir conciencia de vocación si no hay experiencia de encuentro con Jesús. Por tanto, si queremos promocionar las vocaciones entre los jóvenes cristianos, necesitamos revitalizar nuestra fe como una experiencia de encuentro personal con Jesús, y también enseñar a los niños y jóvenes a orar, esto es, a desarrollar su vida en diálogo y confianza con Jesús.
Este ámbito de confianza es el único en el que se puede decir al Señor «Hágase tu voluntad». A veces explicamos las vocaciones diciendo que «Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros»: pero cuando estas expresiones carecen del contexto de una sencilla vida espiritual, suenan a imposición por parte de Dios y a anulación de la libertad de la persona. Nada más lejos de la experiencia cristiana de la vocación: la amistad de Jesús despierta en cada uno la mejor manera de responder, de manera que la propuesta de Jesús despliega las mejores posibilidades de cada uno. Pero sin relación con el Señor, no es posible el discernimiento vocacional.
«Mientras no se descubra que la vida cristiana es la amistad de Jesús y la relación con Él, la vocación se seguirá entendiendo solamente como una opción por una forma de vida»
Por último, en el esfuerzo actual por promover las vocaciones no se puede olvidar que, sin descuidar el resto de las vocaciones cristianas, hay que conceder una prioridad a la promoción de las vocaciones sacerdotales. Sin sacerdotes no habría sacramentos, ni se reuniría la Iglesia ni, en consecuencia, se desarrollarían las demás vocaciones. En la situación actual, mirando a nuestro Seminario, es urgente promocionar la vida cristiana entre los jóvenes cristianos varones, y ofrecerles abiertamente la posibilidad de entrar al Seminario. Este planteamiento vocacional directo les ayudará, en cualquier caso, a plantearse su vida como una llamada del Señor, a la que responder con confianza: «Hágase tu voluntad».
Por Juan Serna Cruz