El pasado 8 de abril se celebró la solemnidad de la Anunciación del Señor. En este día se celebra, además, la Jornada por la Vida, este año con el lema La vida, buena noticia.
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El obispo, don Gerardo Melgar, presidió la eucaristía en el templo parroquial de San Pedro de Ciudad Real. Durante la misa, bendijo a doce madres embarazadas.
En la homilía, don Gerardo comenzó hablando de los sentimientos que la Virgen María experimentó ante el anuncio de que iba a ser madre: por un lado «una profunda alegría porque Dios ha mirado la pequeñez de su esclava» y, por otro, la gratitud al saber que «lo que va a realizar no es mérito suyo, sino que es don y gracia de Dios».
«Defender y valorar la vida humana supone un avance en esta sociedad que se diluye en falsas ideologías que subrayan la libertad y crean estructuras opresoras y esclavizadoras de las conciencias y de pensamientos, bajo apariencia de novedad y progreso»
«Los sentimientos con los que vive María su maternidad, los habéis experimentado también todas vosotras, queridas familias, que vais a tener o habéis tenido la maravillosa oportunidad de acoger el don de la nueva vida», dijo, refiriéndose tanto a la alegría ante el hijo, puesto que «es una bendición de Dios», como a la gratitud porque «un hijo siempre es un regalo».
En este contexto de gratitud y alegría que se recuerda en la solemnidad de la Anunciación, «la Iglesia nos anima a mantener la atención sobre el valor y la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta el fin natural». Recordó don Gerardo que «tanto de nuestra vida como la de los demás, somos solo servidores, cuidadores, administradores y por eso nosotros debemos respetarla, cuidarla y favorecerla». En este sentido, «seguir promoviendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio es una necesidad social e, incluso, económica».
El obispo hizo un llamamiento para cambiar la mentalidad de la sociedad de «egoísta y antivida» a una forma de vivir de «generosidad y entrega», recuperando «la grandeza del don y el sentido de la maternidad como el don magnifico de Dios a la mujer, un don excelente que la dignifica, haciendo posible que en su seno se produzca el gran milagro de la vida».
«Tanto de nuestra vida como la de los demás, somos solo servidores, cuidadores, administradores y por eso nosotros debemos respetarla, cuidarla y favorecerla»
Advirtió que ese «don de la maternidad» se ve amenazado «continuamente por el feminismo más radical y la ideología de género […] tratando de igualar absurdamente lo diferente y tachando de servilismo la potencial maternidad de la mujer, afirmando el poder despótico sobre el fruto de sus entrañas».
En la actualidad, denunció don Gerardo, «la reducción del índice de natalidad en nuestra sociedad y en nuestra nación —que es la segunda donde menos niños nacen del mundo después de Japón—, está dando lugar a un envejecimiento alarmante de la población y, de seguir así, conseguiremos hacer una sociedad de viejos». Por esto, «defender y valorar la vida humana supone un avance en esta sociedad que se diluye en falsas ideologías que subrayan la libertad y crean estructuras opresoras y esclavizadoras de las conciencias y de pensamientos, bajo apariencia de novedad y progreso», dijo.
Ante esta situación, pidió a la Virgen «que corra el velo que cubre nuestros ojos ante la maravillosa realidad de la vida y nos ayude a descubrir la civilización del amor». Además, pidió a toda la comunidad rezar por «todas las mujeres embarazadas que esperan con ilusión el nacimiento de su hijo, para que sepan que son hoy un testimonio vivo de valoración de la vida». Recordó del mismo modo a «todas aquellas mujeres que, superando las dificultades de la soledad en el embarazo, luchan valientemente por defender la vida del hijo que llevan en sus entrañas», a las que ofreció la compañía de la Iglesia con la convicción de que el Señor está a su lado.
Para concluir, refiriéndose al lema de la jornada por la vida
—La vida, buena noticia—, pidió a todos defender la vida y «respetarla desde su concepción hasta el final natural, como personas, como matrimonios, como padres y desde luego, como creyentes. Que sepamos, y lo sabemos, que el único que tiene poder sobre la vida es el Señor».
Después de la homilía, doce madres embarazadas, junto a sus esposos, se acercaron al presbiterio, donde don Gerardo hizo una bendición por ellas y por los hijos que están esperando.