El obispo, don Gerardo Melgar, presidió en el Seminario Diocesano, este domingo 25 de febrero, una convivencia con miembros de hermandades de Semana Santa de la diócesis. En total, participaron cien cofrades que, durante toda la jornada del domingo, reflexionaron sobre su vida de fe para prepararse para vivir la Semana Santa.
La jornada está organizada para que los participantes puedan tener experiencias de interioridad a lo largo del día, con la confesión y la eucaristía, momentos centrales y clave de la propuesta. De este modo, por la mañana, don Gerardo, a través de varias dinámicas y reflexiones, ayudó a los cofrades a ser conscientes del amor de Dios y a plantearse de qué modo están viviendo su fe. Después de recibir el sacramento del perdón, ya por la tarde, el obispo hizo una reflexión sobre las últimas palabras de Cristo —la convivencia se dirigió a hermandades de Semana Santa—, concluyendo la convivencia con la eucaristía.
«La salvación no se consigue por mucho que nos esforcemos, sino porque Dios nos la regala»
En la misa, que presidió don Gerardo, y concelebró el vicario general, Jesús Córdoba, se dio gracias por todo lo vivido durante la jornada.
El obispo se dirigió a los participantes comparando sus vivencias con las que experimentaban los discípulos al lado de Cristo. Apoyándose en el evangelio del domingo, en el que se narraba la Transfiguración, explicó cómo Jesús hace ver a los discípulos la gloria de Dios haciéndoles saber que será condenado y morirá. Del mismo modo, dijo don Gerardo, «Jesús nos pide que vivamos un estilo de vida que no siempre es fácil», lo que nos puede hacer caer en el desánimo. Pero Jesús nos muestra la vida que nos espera si tenemos fe.
«Jesús nos pide que vivamos un estilo de vida que no siempre es fácil», pero nos muestra la vida que nos espera si tenemos fe
En esta línea, ante todos los sufrimientos que podemos presenciar y vivir, el obispo animó a los miembros de hermandades a vivir el estilo de vida de Jesús, «aunque cueste», puesto que «nos espera una vida feliz» en la que el Señor nos regalará la salvación, «porque la salvación no se consigue por mucho que nos esforcemos, sino porque Dios nos la regala».
Continuando con el pasaje de la Transfiguración, se refirió a las palabras del Padre, que también nos dirige hoy a todos los cristianos y, a los cofrades, durante las convivencias: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». Este mandato, explicó, «nos anima a que, aunque tengamos a veces sufrimientos, aunque tengamos que renunciar a cosas por vivir nuestra fe, merece la pena, porque estamos cumpliendo el mandato del Padre», el plan de Dios. Del mismo modo que lo cumplió Cristo, entregando «su vida para nuestra salvación». Hoy, subrayó, «tenemos que escuchar a Jesús, tenemos que leer el Evangelio, tenemos que ver qué es lo que nos pide a cada uno de nosotros».
«Tenemos que escuchar a Jesús, tenemos que leer el Evangelio, tenemos que ver qué es lo que nos pide a cada uno de nosotros»
Animó a la comunidad a pedir «que sepamos vivir de acuerdo con lo que Jesús nos pide en el Evangelio», con fe para abrazar las renuncias sabiendo que el Señor nos dará «una vida en plenitud».
Para concluir, pidió a todos «acomodar nuestra vida a lo que Él nos pide, ajustar nuestra vida a las exigencias que Él nos pone», dijo, interiorizando todo lo que «hemos estado pensando y meditando durante el día: que Dios está con nosotros, que nuestras cosas le interesan y que Dios nos sigue queriendo a pesar de que tengamos fallos». Por último, pidió a los cofrades «ser testigos ante los demás de que tratamos de escuchar las palabras de Cristo para ponerlas por obra y que, además, se nos note porque lo vivimos y damos testimonio de ello».
«Dios está con nosotros, nuestras cosas le interesan y Dios nos sigue queriendo a pesar de que tengamos fallos»
Estos encuentros con hermandades de toda la diócesis, comenzaron a celebrarse en el año 2017. Desde entonces, han reunido a cientos de cofrades en jornadas para la revisión de la vida de fe, siguiendo una petición del obispo a las hermandades durante todos estos años: que vivan la fe en la calle, pero también en la Iglesia; en las procesiones, pero también en la liturgia de los templos, y no solo en los días en los que celebran los actos de sus titulares, sino durante todo el año.