Recuerdo y esperanza en la misa por los difuntos

En la tarde de ayer, 2 de noviembre, se celebró en la catedral la misa por los fieles difuntos, una eucaristía que iba a celebrarse en el cementerio de la capital, pero que tuvo que trasladarse por causas meteorológicas.

Las lápidas de los obispos de la diócesis enterrados en nuestra catedral tenían ofrendas florales para la celebración de los fieles difuntos. Un ramo de rosas rojas se dispuso bajo el altar, donde se encuentran los restos de los beatos mártires Narciso Estenaga, obispo de la diócesis, y Julio Melgar, sacerdote.
 
El obispo, don Gerardo Melgar, presidió la celebración. «Hoy es un día especial de recuerdos llenos de afecto y de cariño hacia nuestros familiares y amigos y conocidos difuntos», comenzó diciendo en la homilía, una eucaristía que es «recuerdo vivo y lleno de amor a nuestros familiares y amigos difuntos que han sido llamados por Dios a las moradas eternas».
 
Insistió en el recuerdo agradecido y en la esperanza cristiana, llamando a toda la comunidad a orar por los difuntos, «para que les conceda el gozo de la bienaventuranza eterna y para que a nosotros nos aliente en la esperanza».

«Ellos entregaron lo mejor de ellos mismos para que nosotros fuéramos un poco más felices aquí»

«Ellos entregaron lo mejor de ellos mismos para que nosotros fuéramos un poco más felices aquí», recordó, agradeciendo que nos «enseñaron a rezar, a creer en Dios, a vivir nuestra vida con la esperanza de que cuando termine la vida terrena tenemos otra que será mucho más plena, en la que ya no es posible nada de lo que aquí nos entristece, sino que seremos felices junto a Dios y sus santos en el cielo».
 
La misa por los difuntos es la oración de la Iglesia «para ofrecer el sacrificio de Cristo, que tiene un valor infinito y que hoy ofrecemos por el eterno descanso de los difuntos, por el perdón de sus fallos humanos, sus pecados, y para pedir al Señor para ellos la felicidad eterna», dijo.

«Lo único que les puede ayudar y que están necesitando en este momento es nuestra oración»

En este sentido, explicó cómo en el contexto actual la relación con los difuntos queda a veces solo en las flores del cementerio, olvidando la oración «por su eterno descanso y por el perdón de todos sus pecados. Lo único que les puede ayudar y que están necesitando en este momento es nuestra oración».
 
Por eso, la misa de ayer «tiene perfecto sentido para ellos y para nosotros. Ellos fueron personas creyentes a quienes la fragilidad humana a veces no les dejaba ser todos los fieles que su identidad de cristianos les pedía […]. Cometieron fallos y pecados», pero la misericordia de Dios es eterna y le «pedimos [al Señor] por su eterno descanso. Si en algo quedaron manchados como fruto de su debilidad humana, que el Señor les perdone y les purifique».
 
Para concluir, don Gerardo deseó «que un día podamos unirnos a nuestros hermanos, a nuestros seres queridos, para gozar eternamente de su compañía, de la compañía de Dios y de los santos en el cielo, que es lo que todos estamos deseando para ellos».